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La recompensa del Güilo Domínguez

Un personaje más de la historia de Ensenada

  
Nota publicada el 10 de octubre de 2013
por Rafael González Bartrina

Hace ya algunos años, por allá por los 1940. Había un señor, cuyo nombre desconozco. Sólo aprendí esta anécdota por su sobre nombre y apellido. Se trata del “Güilo Domínguez”. El significado, según yo, de Güilo, es algo débil, desbalanceado, (la silla esta güila porque una pata esta floja.) etc. Sé que hay otras interpretaciones al mismo respecto. En el caso del sr. Domínguez no era por ser, o estar débil. En su juventud había sufrido una lesión en una pierna que le dejo una marcada “cojera” y alguna persona cercana a él lo “etiquetó” con tal mote sin preocuparse del verdadero significado de tal palabra.

En el tiempo de la anécdota el Güilo vivía solo en una propiedad que tenía en la parte más alta de lo que hoy conocemos como “El Zacatón” ubicada entre Santo Tomas y San Vicente. Tenía tierras de cultivo y algunos animales de pastura. Vivía como vivían los bajacalifornianos de la época, balanceando el tiempo bueno con los malos y con los peores.

La época era en medio de una terrible sequía. No había siembra que cosechar, no había animales en pie de buen peso que vender. La vetusta camioneta que le servía para hacer todos los menesteres de la vida de rancho había, ya por fin, tosido por última vez y su estado era irreparable. La alacena de la casa no tenía alimento ni para los ratones. Era uno de los “peores tiempos”.

Una tarde llego de pasada rumbo a Ensenada un buen amigo del Güilo, a quien quisiera hacer justicia y mencionar su nombre. Peco de olvidadizo, mil disculpas. Al darse cuenta de la penuria de su amigo, le compartió los restos de su provisión de viaje y se hicieron compañía al caer la noche. Al lado de la fogata y con la noche fresca y clara conversaron de todo. En algún momento se hizo referencia al origen del sobrenombre. Y el Güilo, detallando su historia, contaba que el estando en el ejército bajo el mando del joven oficial Abelardo Rodríguez, en una ocasión un individuo hizo un intento de asesinar a su jefe, y el, sin pensarlo dos veces se arrojó y puso su cuerpo de escudo, recibiendo esa herida que lo marco, físicamente y de nombre para el resto de su vida. No era la primera vez que el visitante había escuchado esa historia, la conocía muy bien, como conocía al Güilo, y sabía de la veracidad de los hechos.

A pesar de su acto heroico, él nunca había tomado ventaja de ese hecho. Siempre vivió de lo que trabajaba, a su manera tenia satisfechas sus necesidades. Hasta esta época de la sequía y agostamiento.

El amigo del Güilo lo convenció, que para poder salir de su presente condición y capear la crisis, necesitaba ayuda. Ayuda que sin duda el Gral. Rodríguez le podría proporcionar. No sería cosa de ir a pedir limosna. Sólo un préstamo pata solventar los gastos más urgentes, (vehículo y provisión). Para tal efecto se dirigieron a Ensenada y después de dormir una noche en casa de su amigo, por la mañana se dirigieron a El Sauzal. Los recibió Vicente “La Changa” Ferreira y después de oír el asunto que llevaban, le indico al Güilo que lo acompañara a la antesala de la oficina del Gral. Rodríguez.

Al cabo de media hora salió el Güilo y satisfecho de su gestión partió con su amigo de regreso a Ensenada. En el camino le comentó de la buena entrevista que había tenido con el Gral. Rodríguez y que a pesar de ser tantos años que no se veían lo recibió con muestras de cariño y amistad. Llevaba consigo dos sobres. Decía, que eran unos recados para que le fiaran lo que necesitaba. Uno para Manuel Ezroj y otro para Raymundo Preciado. Uno para comprar algunas refacciones de emergencia para su maltrecho vehículo. El segundo, para comprar alguna provisión para amainar el hambre.

Al llegar a la agencia Ford en la esquina de La Av. Ruiz y Juárez al entregarle el recado a Don Manuel, este con una sonrisa, le dijo: “Oye Güilo, y ¿cuál es tu color favorito?” Desconcertado, el Güilo, no atinó a responder, al ver don Manuel la reacción del Güilo, le explico. Aquí tengo una nota donde me dice el Gral. Rodríguez que te entregue un Pick-up del año y del color que tú quieras… Lo mismo pasó con don Raymundo. Cuando fueron a la tienda que estaba en la Ave. Juárez esquina con Ave. Castillo, la orden era darle, sin costo, toda la mercancía que necesitara.

Un breve pasaje de la vida Ensenadense, del carácter de sus personas, de la integridad de amistad, de la lealtad y correspondencia. El Gral. Abelardo Rodríguez re-pagó con amistad y apoyo a su salvador de aquel ataque en Guaymas. El Güilo Domínguez aun vivió algunos años. La sequía terminó, las cosechas llegaron, los animales engordaron y la amistad entre estos singulares personajes persistió.

Rafael González Bartrina. Rafael González y Bartrina. Miembro del Seminario de Historia de Baja California y del Consejo de Administración del Museo de Historia de Ensenada A. C. rafaelgonzalezbartrina@gmail.com
 
 

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