Cuando hablamos sobre necrofilia encontramos fuertes criterios contra ella por considerarla inmoral, tétrica, sucia, irrespetuosa y demás términos que no analizamos tanto dentro como fuera del contexto de la sexualidad.
La necrofilia se define como atracción hacia los muertos, la muerte o aquello que tenga que ver, y podemos verlo desde diferentes niveles que van desde lo no erótico hasta lo erótico.
La arraigada celebración del día de muertos y la construcción de altares para ellos hace evidente que nuestra cultura tiene un grado de necrofilia no erótica lleno de riquezas que nos identifican alrededor del mundo como un país irreverente, con un sentido del humor muy particular sobre la muerte, tema que en otros lugares del mundo es aun más difícil de tratar que aquí.
Ya desde este nivel podemos hablar de que este gusto o atracción se extiende a las maneras que tenemos de expresarnos sobre ella que se encuentran impresas en nuestras canciones, literatura y cine.
Volviendo a la celebración que algunos llevaremos a cabo en pocos días, podemos irnos hacia aquello que es meramente sensual (de los sentidos) y darnos cuenta de que asociamos la tradición al olor de ciertas flores o del incienso de copal, a ver ciertos colores llamativos, a escuchar ciertas melodías, leer versos en forma de calaveras, a comer pan de muerto, y así sucesivamente muchos estímulos de nuestros órganos sensoriales que nos llevan indirectamente al contacto con nuestra propia identidad, sensaciones, sentimientos y por tanto a nuestro ser íntegro que incluye la sexualidad.
Prosiguiendo en los niveles de atracción y la preferencia de las expresiones comportamentales de la sexualidad, es importante señalar que podemos tener una experiencia erótica desde la fantasía o desde la acción mínima hasta la exclusividad, cuando un comportamiento específico es el único capaz de llevar al orgasmo a una persona y que de ser incómodo o dañino para ella, es cuando se vuelve necesaria la intervención de la terapia sexológica, sea cual sea el comportamiento en cuestión.
En el caso de la necrofilia erótica se ha estudiado que no es precisamente la expresión comportamental más corriente si la tomamos desde el imaginario común que se reduce a tener relaciones sexuales con una persona fallecida. Si lo analizamos, podemos decir que en su mayoría quienes la ejercen a través de la fantasía pueden hacerlo aun desde lo que algunos considerarían más inofensivo, como pensar que están con el vampiro de su película o serie favorita.
Cabe señalar que en términos sexológicos no señalamos moralmente un comportamiento como bueno o malo. Sin embargo, tenemos la estricta regla de que en toda expresión sexual debe haber consenso de cada participante (que obviamente incluye el hecho de que las personas tengan la capacidad de hacerlo y excluye el hecho de algún daño físico o moral) y por tanto como a una persona fallecida no le podemos preguntar, no hay tal. Además, se habla de distintas patologías que se pueden explicar por la historia de vida de la persona que de verdad llega a tener coito con un cadáver.
Aun así, es importante que revisemos cada caso como único y no medir a todas las personas bajo las mismas reglas. Obviamente no se puede tomar con el mismo criterio al caso anterior que a quien enviudó y recuerda sexualmente a su ser amado.