El pasado primero de noviembre se publicó la noticia de que especialistas en sexualidad de varios países están trabajando en transformar lo concerniente a los Trastornos Sexuales en la CIE 11 (Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud) para el 2015.
La intención es integrar el organismo como un todo, dejar de dividirlo en “cuerpo” y “mente”, cosa que resulta obsoleta en el tratamiento de las disfunciones, los trastornos de identidad de género y muchas otras condiciones sexuales que no son propiamente enfermedades.
Esto ayudaría tanto a profesionales de la salud como a quienes están en contacto con una discordancia sexo-genérica (propia o de alguien cercano), ya que se abordaría fuera de la enfermedad y más como algo referente a la propia identidad y el deseo de que el cuerpo sea congruente con el sentir de la persona.
De este modo será más fácil que aprendamos más sobre esta y otras condiciones dentro de la sexualidad y tendremos menos mitos y confusiones respecto a ellas. Cabe señalar que ya hay profesionales de la salud sexual que trabajan de esta manera, pero la idea es integrar criterios alrededor del mundo.
La transexualidad se refiere a “la discordancia marcada y persistente entre la experiencia de género del individuo y el sexo asignado”. Esto va más allá de la preferencia de relacionarnos sentimentalmente con personas de uno u otro género o de vestir o usar manerismos y/o vestimenta del otro género, que se denomina travestismo y que no siempre tiene que ver con cualquiera de las dos situaciones anteriores.
En cambio, la transexualidad se trata de no estar a gusto con lo que se ve diariamente en el espejo, con nuestro nombre, rol de género, y lo más importante y que distingue de la condición de “transgénero”, es que la persona desea una reasignación de órganos sexuales.
Es importante que las personas que tenemos contacto con estas realidades, especialmente quienes nos dedicamos a la Medicina, la Enfermería, la Psiquiatría, la Psicología y la Sexología, tengamos presente que esto no es algo que ellos y ellas eligen, en cambio las actitudes y conocimientos con los que les recibamos en el consultorio, en el café, en nuestras casas y familias, son algo que podemos trabajar para hacer cada vez más visible (familiar, social, legal, económicamente, etc.) a este pequeño, pero no por eso menos importante, estrato de la población, recordando ante todo que primero está el respeto, conservación y desarrollo de la vida de quien está junto a nosotros.