Recorriendo las páginas de historia de Baja California nos encontramos con personajes de singular identidad y poseedores de ideas férreas y espíritu indomable. Vamos a relatar una breve reseña de uno de tales personajes, Richard “Dick” Daggett Sr.
Dick, como gusto que la gente se refiriera de él, nació en Oxford, Inglaterra. Desconozco mucho de su familia y su vida en general. No es sino hasta los principios de 1880s cuando sabemos que llegó a Baja California al área del Golfo a bordo de un barco alemán, donde se desempeñaba como Oficial Subalterno del Primer Oficial del barco.
El barco traía una carga de ladrillo destinado para la construcción de uno de los edificios de alguna de las minas de la región (a unos 16 kilómetros del poblado de Bahía de los Ángeles). Después de una fuerte discusión que tuvo con sus jefes (el primer oficial y el capitán) aprovechando la oscuridad de la noche saltó del barco que se encontraba fondeado a cierta distancia de la playa. Desertó y en el acto irresponsable, sin lugar a dudas, cambió para siempre su futuro, y en cierta manera el futuro de esa región.
Dick nadó hasta llegar a la playa cercana al pueblo donde algunos vecinos se acomidieron a darle ropa seca techo y alimento. Como pudo explico su osadía de desertar, refirió que de ser capturado sería llevado a bordo del barco en la mazmorra que servía de cárcel hasta llegar al puerto base en Alemania donde sería sometido a un juicio y condenado, aparte de años encarcelado, sin posibilidad alguna de volver a ser empleado a bordo de ningún barco. Sus benefactores comprendieron el predicamento del joven marino que de inmediato lo llevaron a la parte alta de los cerros adyacentes en Bahía de los Ángeles para que se refugiara y esperara que el barco partiera definitivamente.
El capitán del navío personalmente encabezó la búsqueda del oficial Daggett. Incluso contrato la ayuda de algunos vecinos del poblado para que ayudaran en la búsqueda del desertor. Cuestión de destino dirán mis lectores o designio divino, el hecho, es que las personas contratadas para ayudar en la búsqueda eran las mismas que habían dado refugio y escondite al joven Daggett.
La pesquisa y búsqueda fueron inútiles, el barco zarpó hacia los altos mares y nuestro personaje se quedó para siempre. Encontró trabajo en las minas de la San Juan Mining Company.
Dick Daggett tenía una habilidad inusual en la reparación de cualquier tipo de maquinaria, no sólo era capaz de reparar cualquier cosa, sino que se las ingeniaba para lograrlo sin contar con piezas de repuesto. El sentido de la improvisación se dio en el de modo extraordinario.
Conoció a una linda muchacha apellidada Arce, de San Ignacio, con quien contrajo nupcias. Su hijo Dick Daggett Jr. también se casó con una muchacha llamada Josefa Arce asegurando con ello la continuidad del apellido Daggett.
En 1892 fue nombrado superintendente de la mina. Dejó como legado entre otras muchas cosas una construcción singular en el poblado de Las Flores, una cárcel que convenientemente situada entre el área habitacional y la zona de tolerancia.
Del poblado no quedan más que recueros y algunas ruinas de paredes. La cárcel aún queda.
Hasta aquí la breve reseña de hoy en recuero de un joven oficial de barco que saltó a las aguas bajacalifornianas para cambiar su futuro y en cierta parte el nuestro también.