El próximo viernes se celebrará lo que para algunas personas es un día importante para sus relaciones afectivas y para otros es un motivo de impulso al comercio. Aprovecharé la ocasión para hablar sobre algunos detalles de las relaciones afectivas.
Una de las principales cosas, especialmente durante la adolescencia y juventud, es distinguir el amor del enamoramiento.
El enamoramiento es un estado alterado de conciencia en el que nuestro ánimo es muy vivaz, nos encontramos muy felices y tenemos la firme creencia de que todo es gracias a esa persona que hemos hallado en nuestro camino y que tiene “muchísimas virtudes y mínimos defectos”. Dicho estado es producto de un coctel de hormonas que producimos para tratar de afianzar la relación y una vez que termina es momento de hablar de amor o del fin de la relación.
Algunas personas pueden pensar que el enamoramiento debería de durar toda la vida. Sin embargo, por los efectos de las hormonas durante esta etapa podemos dejar de sentir hambre o sueño y esto es muy cansado para el cuerpo. Por tanto, tiene una fecha de caducidad que es difícil de calcular, pero que va de dos o tres meses a dos años aproximadamente a partir de su comienzo.
A veces para cuando este momento llega ya estamos inmiscuidos en diferentes grados de intimidad y/o compromiso en nuestra relación y va siendo más o menos difícil la decisión de quedarse o terminar la relación.
Para quienes deciden explorar su relación más allá del enamoramiento, los sexólogos recomendamos vigilar diferentes elementos dentro de la relación para que esta perdure de una manera sana. Obviamente son más, pero podemos decir que estos son los básicos. Tampoco tienen un orden fijo de importancia, simplemente son elementos a los que debemos poner atención.
El primero de ellos es la atracción física. Con esto no nos referimos a ser modelos de revista, especialmente después de veinte años de relación o más. En vez de esto, hablamos de un esfuerzo consciente de vernos bien para nuestra pareja, cuidar nuestro aseo personal y apariencia en general.
Otro es la atracción intelectual, que se refiere a tener temas de conversación además de los problemas cotidianos, los hijos y el trabajo; a pasatiempos que sean exclusivos de la pareja, aunque no se lleven a cabo cada día, pero sean entretenidos para ambos miembros y que vayan más allá de ir al mercado, a visitar a los familiares o llevar a los hijos a algún lugar.
La atracción emocional es tener conciencia sobre la otra persona de que “tú me importas”. A veces esto es difícil de recordar, especialmente cuando nos sentimos heridos u ofendidos por algo que sucedió o incluso imaginamos. Sin embargo, cabe preguntarse si debajo de estas emociones, existe este tipo de atracción. Cabe mencionar que esta y cualquiera de las anteriores pueden cambiar en intensidad durante las diferentes etapas de la relación y esto es esperable, siempre y cuando no desaparezcan por completo.
Otro elemento es la comunicación. Para algunas personas esto puede sonar incluso como un cliché debido a que es comúnmente dicho que la comunicación en la pareja es algo muy importante. Sin embargo, a veces no tenemos la conciencia suficiente sobre su papel en las relaciones humanas, sean cuales sean.
Dentro de la relación de pareja esto se referirá a entrenarnos para hacernos responsables de nuestros propios sentimientos y acciones y no achacarle al otro su existencia o nuestras maneras de reaccionar ante ciertas circunstancias.
Algo que nosotros promovemos es que durante los pleitos, que por cierto son naturales y esperables en las relaciones, procuremos evitar dos cosas: usar palabras ofensivas que nos alejen de una solución real al problema discutido; y traer a la discusión cosas que no están sucediendo justo en el momento o que no tienen nada que ver con el asunto del momento. De este modo, prevenimos el crecimiento de una “bola de nieve” que en vez de soluciones, causa cansancio y mayores conflictos.
Es curioso, pero otra de las cosas que trae muchos problemas a las relaciones es esperar a que el otro adivine lo que necesitamos o sentimos en el entendido de que “si me quiere, tiene que saber”, cuando esto en realidad no sucede y lo asertivo es ser claros sobre estos puntos.
Para esto debemos cuidar otro aspecto importante que es el respeto, esta plena conciencia de que yo soy un ser humano y tú eres otro, y que ninguna necesidad o deseo debe pasar sobre la integridad de nadie. A la vez, es este conocimiento de que “tú eres diferente de mí y no tienes la obligación de cumplir mis expectativas o caprichos por ser mi pareja”.
Otro elemento importante es la empatía, que es lo que comúnmente conocemos como “ponerse en los zapatos del otro”, y que algunos psicólogos ampliamos diciendo “sin quitarme mis propios zapatos”. Es decir, yo puedo saber y entender esto que te está pasando y para qué reaccionas de esta manera, pero también sé que mi reacción es diferente y de donde viene.
Por último está lo que nosotros llamamos “actualización”, que es esta pequeña o gran charla cada cierto tiempo en la relación en donde las principales preguntas son: ¿Cómo me siento conmigo? ¿Cómo me siento contigo? ¿Cómo me siento con la relación que estamos construyendo?
Esto se hace con el fin de que como pareja evaluemos si el rumbo que nuestra relación lleva es el que deseamos para ella y lo que podemos hacer para sentirnos más a gusto con lo que tenemos y hacer de la relación algo productivo para nuestro crecimiento personal y el de la otra persona.
Obviamente no todas las respuestas a estas preguntas nos van a agradar y puede ser que algunos de estos elementos que se han mencionado estén decayendo en la relación. Sin embargo, podemos esperar que con la comunicación correcta, acciones aparentemente sencillas y voluntad, las relaciones superen esto y más.
Estas tres cosas pueden ser fácilmente mencionadas pero traen complicaciones que de repente son difíciles de sobrellevar y que pueden llevar a callejones sin salida o ciclos que se repiten, y esto a no saber qué más hacer. Es en este momento que la terapia de pareja se vuelve necesaria, sea esta sexológica o no.