Para la mayoría de las personas que tienen niños pequeños cerca, en especial siendo sus padres, es muy satisfactorio verles crecer y obtener esos pequeños logros que nos comunican que están creciendo, madurando y descubriendo el mundo.
Como parte fundamental del desarrollo está el juego, que es el medio por el cual ellos y ellas descubren el mundo a su alrededor, resuelven problemas, socializan y hacen asociaciones que se convierten con el tiempo en grandísimas redes de conocimientos sobre la vida y aplicables a ella.
Un error común es no darle al juego el papel que merece dentro de la infancia, promoviendo que cumplan primero con otras cosas igual de importantes como la tarea escolar, los deberes dentro de la casa o las actividades extracurriculares. Todas las anteriores son propias de la infancia y es ideal que cada una tenga su tiempo y espacio.
Lo que inquieta a algunos padres y madres de familia durante la niñez y la pubertad, es que este juego tenga tintes sexuales y provoque daños irreparables, cambios en las preferencias, enfermedades, etc., y algunas de estas preocupaciones pueden ser fundamentadas y otras basadas en mitos y creencias.
Es importante que tomemos en cuenta la edad y la intención con la que los niños juegan, en especial en lo concerniente a la sexualidad, ya que en ocasiones las personas adultas interpretamos un acercamiento como algo erotizado cuando no lo es. Un ejemplo de esto es cuando una personita de tres años le da un beso a otra de su misma edad, o se toca en alguna parte del cuerpo de alguna forma que nosotros consideramos sexual. Las personas adultas podemos verlo como inadecuado, inapropiado, cuando no sucio y reprender en base a nuestras propias interpretaciones.
Lo cierto es que durante la niñez desarrollamos nuestras capacidades sensitivas y jugamos con ellas para ver a donde podemos llegar en el descubrimiento de nuestro propio cuerpo y el de otras personas. Cuando somos bebés, nuestra atención en este sentido está en la boca y se dice que el amamantamiento es una actividad, por tanto, muy placentera. Al crecer vamos cambiando de zonas erógenas y la más importante, y que resume la capacidad de sentir durante el juego sexual tanto en la niñez como en la adultez, es la piel.
Siendo así, la principal tarea del juego sexual en la niñez es tocar y ser tocado. Es por esto que comúnmente podemos ver que un niño o niña de diferente edad puede abrazar, tocar o jalar con la mera intención de hacerlo sin una intención erótica, aunque así pudiera parecernos a nosotros. En realidad, el erotismo es desarrollado más allá de los 12 ó 13 años de edad.
Algo que preocupa a las personas adultas es que los niños imiten las conductas que les encontraron haciendo por casualidad. En este caso, el niño estaría tratando de integrar esto que es nuevo para él o ella en sus conocimientos sobre el mundo. En realidad, la intención o el significado sexual vienen con la maduración.
Aquí es puntual hacer un trabajo de educación de la sexualidad con los niños pequeños en lo concerniente a aquello que estén preparados para saber, como por ejemplo los nombres de las partes de su cuerpo, la privacidad, el autocuidado, etc.
Otro detalles es ver que un niño o niña tiene acercamientos sexuales con alguien de su misma edad y sexo. Esto puede ser alarmante para muchos adultos, ya que surge la duda de si será homosexual y una serie de preguntas más. La realidad es que no podemos saber la preferencia de nadie sin que llegue a la adolescencia y tenga la capacidad y el conocimiento de sí mismo suficiente para responder a esto. Es cierto que muchas personas adultas conocían su propia preferencia desde muy pequeñas, sin embargo, el hecho de dar un beso o tener un acercamiento o tocamiento, no es un signo inequívoco de una en particular.