Hace unos días murió un jovencito en Ciudad Victoria, Tamaulipas a causa de las lesiones que le provocaran cuatro de sus compañeros en la secundaria mientras la maestra miraba sin intervenir. Este hecho ha conmovido y enojado a muchas personas llevando a inevitables preguntas sobre la violencia en el país, dentro y fuera de las escuelas.

En este nivel educativo, secundaria y preparatoria, desafortunadamente se está volviendo cada vez más común el tipo especial de bullying que atenta contra la sexualidad de las personas en una edad donde la identidad es todavía frágil, y es por tanto insuficiente y disparatado responder a quien difícilmente nos comenta que vive esta situación con un “no les hagas caso”.

Sabemos que el bullying en todas sus categorías ha existido desde el mismo tiempo que las escuelas y es una manifestación a nivel micro del grado de intolerancia que como sociedad hemos sostenido durante generaciones. Sin embargo, cabe destacar que lo que en su momento puede ser interpretado como un “juego de niños” (a una edad donde ya no lo somos), puede desencadenar consecuencias que pueden llevar hasta la muerte por homicidio o suicidio.

Recordemos que antes que esto suceda, en la mayoría de los casos de bullying, sea sexual o no, la violencia comienza por un acto simple y va escalando hasta niveles de asedio y sofisticación donde la persona ve agotados sus recursos para salir de la situación.

Ejemplos de esto pueden ser desde los piropos groseros, el sexting (saturar las redes sociales, teléfono o correo electrónico de la persona con mensajes sexuales), el acoso sexual, la difusión de algún chisme sobre las personas con las que ha estado sexual o sentimentalmente o sobre sus preferencias, el revenge porn (difundir en páginas de internet diseñadas para subir las fotografías o videos que se tomaron con sus exparejas para exhibirlas o avergonzarlas), el abuso sexual y la violación.

Cabe mencionar que estos tipos de violencia y otros se pueden dar entre pares de edad adolescente o en otros, y también se pueden dar al interior de la pareja de novios como método de control, donde además se agregan otras formas de violencia sexual como la prohibición del uso de anticonceptivos o el forzar a continuar un embarazo no deseado.

Es necesario que las personas que tenemos adolescentes cerca seamos observadores de cualquier señal de que pueden estar siendo blanco de alguna agresión, y las características son muy parecidas en cualquiera de ellas: se aíslan, se enojan más rápido y por cosas más pequeñas que antes, no desean ir a la escuela o mienten sobre si habrá clases o no, decaimiento de su rendimiento académico, no desean hablar de lo que hacen durante el día, golpes o cortadas “inexplicables”, sufren más de lo que gozan en sus relaciones de pareja, etc. Algunas de estas características pueden sonar al adolescente promedio, pero cada quien sabemos a quienes tenemos en casa o cerca para más o menos calcular lo que es esperable de ellos y ellas.

Otra realidad es que las escuelas no siempre cuentan con las herramientas adecuadas para tratar este tipo de casos, y más si nos damos cuenta de que cada caso es único y necesita atenciones especiales. Por lo pronto es necesario mencionar que el papel del orientador escolar es clave en este tipo de intervenciones, y el reglamento puede estar para ayudar o estorbar dependiendo de lo que necesitemos y hay que estar constantemente revisando esos estatutos.

Por otro lado, cabe recalcar que si usted tiene un caso cerca y la escuela no lo ha podido resolver, dependiendo de las circunstancias, puede hacer una denuncia ante el Ministerio Público, y desde luego, se encaminará en una encrucijada larga, pero finalmente obtendrá asesoramiento y justicia en algo que no podemos dejar que siga creciendo y matando personas.