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De la homofobia mundialista a la gubernamental

En serio... Hablemos de sexo

  
Nota publicada el 25 de junio de 2014
por Rocío Linares

Hace pocos días, la selección mexicana de futbol tuvo un partido contra la selección de Camerún en donde a partir de una cierta porra, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) afirmó que el uso de la contracción de la palabra “prostituto” era un atentado homofóbico y antideportivo por parte de la afición que desencadenaría una sanción económica al equipo de nuestro país. Afortunadamente dicha multa finalmente no se aplicó y la selección ha podido continuar su participación en el torneo sin que eso pasara a mayores.

A partir de la emisión de esta noticia por diferentes medios noticiosos, se ha desatado un debate en las redes sociales sobre la exageración y descontextualización de la palabra, ya que supuestamente la afición no tenía intenciones de ser homofóbica, sino de hacer una manifestación de la cultura de nuestro país en solidaridad con el equipo deportivo. Dicho argumento fue utilizado para la defensión y absolución de la multa generada.

Ciertamente, esta palabra tiene muchos significados. Casi todos tienen que ver con cuestiones peyorativas, machistas, misóginas y que van en contra de los homosexuales y las personas que trabajan el comercio del sexo para compararlos con algo inadecuado, discriminatorio. El único país en donde no se trata de esto, es Filipinas, ya que se usa para referirse a un platillo tradicional.

Sea como sea, lo concerniente a la parte homofóbica es el hecho de que el lenguaje que utilizamos cotidianamente puede llegar a ser peyorativo y violento sin que nos demos cuenta. Actualmente y desde hace ya bastantes años estamos lidiando con la normalización de acciones y palabras que distan mucho de ser manifiesto de libertad sexual real o signo de madurez ciudadana. Recordemos que “normal” o “común”, no necesariamente es “correcto”.

La homofobia es el miedo o rechazo irracional a las personas homosexuales. Vivimos en una cultura donde esta característica se ha filtrado hasta la médula, tal como otras manifestaciones de violencia que se han venido normalizando y que ya no tomamos como algo que sea ofensivo. Ejemplos de esto son muletillas, saludos, palabras y acciones que usamos incluso al interior de nuestra familia, amigos o pareja, y que solo merman la comunicación y el flujo del afecto.

Un ejemplo de esto es decir “mientras a mi no me afecten”, “con que no se me acerquen”, y demás comentarios que pudieran ser interpretados como el deseo de libertad de las otras personas, pero en realidad es una manifestación de rechazo, incomprensión y exclusión al creer que “no me afectan porque no están cerca de mi (o eso quiero creer)”.

Aquello que nos puede parecer simpático es una evidencia de cómo actuamos frente a otras situaciones. Un ejemplo de esto son los crímenes de odio y la violencia que viven muchas parejas, tanto hetero como homosexuales, gracias a las manifestaciones normalizadas del lenguaje y a agresiones que son tomadas como muestras de afecto.

Es una obviedad que con una multa no se desaparecería la cultura de homofobia, violencia y discriminación de la que hicieron evidencia nuestros compatriotas ante el mundo. Para esto es necesario que empecemos a pensar en lo que decimos y hacemos, y a no igualar libertad de expresión con la falta de límites respetuosos para hacerlo.

Por otro lado, el actual gobernador del estado de Baja California, Francisco Vega de Lamadrid, declaró que podría no acatar el fallo que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) emitirá el próximo 25 de junio sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo, obviamente en caso de resultar beneficioso para ellas.

Este acto ha suscitado discusiones por parte de abogados, alegando que de ser así, podría ser destituido de su cargo, a lo que él ha respondido con evasivas que dejan entrever su propia postura escudada en que es el pueblo el que manda. A esto se agrega lo que tratábamos en la nota de la semana pasada, donde un senador panista dirige una comisión en contra de estas uniones y el aborto.

El hecho es que nuestra cultura y el gobierno que es resultado de ella, distan mucho de ser tolerantes hacia la homosexualidad en particular y a la diversidad sexual en general, y es importante que nosotros como personas empecemos a ver si esta es nuestra postura, por qué y para qué. De esta manera podremos tener nuestro propio criterio, vivir, trabajar y amar o desamar a nuestros semejantes de una manera congruente. Solo así podremos aspirar a una verdadera cultura de paz y a leyes que amparen los derechos sexuales en vez de coartarlos o minimizarlos por medio de la burla, el albur y el silencio.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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