Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la falta de vitamina A afecta aproximadamente a 250 millones de niños, de quienes padecen esta insuficiencia, entre 250.000 y 500.000 pierden la vista, y la mitad de ellos mueren de enfermedades infecciosas como sarampión. Los afectados son en su mayoría niños de países pobres de África y el sudeste de Asia.
Hace 15 años, mediante la ingeniería genética, los científicos Ingo Potrykus y Peter Beyer lograron desarrollar un arroz que contiene beta-caroteno, un compuesto que el cuerpo convierte en vitamina A al ser ingerido. A pesar de que aparentemente es un gran logro para combatir la falta de esta vitamina, existe una resistencia considerable contra el proyecto, por ejemplo, un grupo de activistas destruyeron un campo experimental en las Filipinas en el verano de 2013, los adversarios del proyecto dudan que el problema de la falta de vitamina A se vaya a solucionar con el arroz dorado.
Además creen que es una estrategia de relaciones públicas de la industria de la tecnología genética, para penetrar en los países en vías de desarrollo con un pretexto humanitario. Según Thilo Bode – fundador de la asociación de consumidores Foodwatch – “No hay certeza de que el arroz llegue a los que más lo necesiten. Además hay muchas variedades de arroz de color amarillento en las Islas Filipinas. Si el arroz lo distribuyen vendedores privados, ¿cómo puede garantizarse que realmente estén vendiendo el arroz dorado?”.
Finalmente, la OMS optó por combatir la insuficiencia de vitamina A repartiendo tabletas o alimentos con esta vitamina como suplemento. Esta opción le parece más adecuada a Thilo Bode, ya que se puede alcanzar directamente a los que padecen la deficiencia. Los ministerios de salud o servicios sociales se encargan de la repartición, de modo que no queda en manos privadas.