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Sexualidad secreta

En serio… hablemos de sexo oculto

  
Nota publicada el 13 de mayo de 2015
por Rocío Linares

Algo que caracteriza la educación informal de la sexualidad es que se nos enseña, en el mejor de los casos, que sus manifestaciones se deben hacer en diferentes grados de privacidad y confidencialidad, lo cual es un factor de protección importante. En otros casos, se nos enseña que ciertas muestras de la existencia de la sexualidad en nuestras vidas deben suprimirse, cosa que es difícil y que nos lleva a tener una especie de doble vida sexual: la que pueden saber las personas a nuestro alrededor y la que guardamos como un secreto.

Si nos detenemos a pensar en todas las cosas que guardamos como secreto acerca de nuestra propia sexualidad, tienen que ver con situaciones que no son socialmente permitidas o que no es fácil decir por diferentes circunstancias: el haber vivido una violación o abuso sexual, infidelidades propias o de la pareja, que hay violencia en nuestra relación, el número de personas con las que hemos tenido relaciones sexuales, una orientación sexual o preferencia genérica diferente a la heterosexual, que nuestra identidad de género no pertenece al sexo con el que nacimos, que nos hemos comprado un juguete sexual y nos ha fascinado, que hacemos sexting, que tenemos hijos o hijas ocultos fuera del matrimonio, que nos encanta la masturbación, el sexo anal u oral, y un largo etcétera.

Si bien no se trata de andar gritando por ahí que nos acabamos de masturbar, se ha comprobado que el hecho de tener un secreto sea cual sea su temática es el equivalente a tener un peso físico en el cuerpo y causa fatiga y pérdidas importantes en nuestra energía y calidad de vida. Esto es, entre más preocupación, vergüenza y/o culpa nos hace sentir este secreto, más peso mental y físico se siente y más puede estropear nuestra vida.

Las consecuencias de esta carga pueden llevarnos al aislamiento de nuestros amigos y/o familia, y a una reducción en nuestra productividad y compromiso laboral, lo cual inevitablemente trae problemas con los jefes, subordinados o personas a nuestro alrededor.

Michael Slepian, investigador de la Escuela de Negocios de Columbia, en Estados Unidos, realizó un estudio con personas que subían una colina, encontrando tras resolver una serie de test, que aquellos que encontraron más empinada la pendiente eran las personas con mayores preocupaciones.

El mismo Slepian habla de la solución más obvia y aparentemente más sencilla y de la cual vivimos mayormente los psicólogos: dejarlo salir.

Aunque pueda parecer algo simple, decir un secreto sobre nuestra sexualidad puede traer varias interrogantes sobre en qué circunstancias lo diremos, a quién, y el grado de confidencialidad que se puede garantizar al tratarse de un tema que aun causa mucho morbo y es muy delicado.

En circunstancias como esta, es importante que evaluemos la posibilidad de acudir a un profesional de la salud mental que esté capacitado para manejar este tipo de situaciones sin juzgarnos y evitando las señalizaciones por las que en primer lugar no hemos dicho nada a nadie.

En caso de que por el momento no se esté preparado emocional o incluso económicamente para hablar sobre el asunto, expertos recomiendan que esto se escriba en un diario personal, carta, cuento o la forma que se acomode a las propias circunstancias y que esto no se deje al alcance de cualquier persona. Mis pacientes y conocidos que han encontrado útil este método, hablan de que romper sus escritos, soltarlos en el mar, quemarlos o atarlos a un globo con helio, les ha ayudado a sobrellevar sus secretos antes o durante sus procesos terapéuticos.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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