Las necesidades alimentarias se incrementan año tras año, y al mismo tiempo la presión para ofrecer alimentos a un menor costo, sumado a lo anterior se trabaja en tierras de cultivo cada vez más degradadas y despojadas de nutrientes, lo que obliga a depender de fertilizantes y plaguicidas en el actual sistema de agricultura intensiva. A pesar de que la población se ha duplicado desde la década de los 50´s, la superficie de cultivo sólo se ha incrementado en un 10%, a esto hay que añadir que la capacidad de producir alimentos se ha estancado debido a que muchos cultivos básicos están en sus límites fisiológicos de crecimiento. Durante los últimos años ha aumentado el conocimiento sobre las consecuencias que tienen las sustancias químicas de los plaguicidas en el medio ambiente y en la salud humana; se han realizado numerosos estudios que arrojan como resultado la relación entre estas sustancias y la aparición de problemas de salud como el retraso en el desarrollo cognitivo, trastornos neurológicos e inmunológicos, cáncer, etc.
Los argumentos anteriores se reflejan en el extenso informe ‘Pesticides and our Health, a growing concern‘, realizado por Greenpeace, la organización propone como solución la agricultura ecológica, ya que la consideran como el mejor y único camino para poder reducir la exposición a los plaguicidas, además destaca que la producción ecológica es la mejor forma de producir alimentos de manera sostenible, sin tener que depender de sustancias químicas que contaminan los alimentos. Claro que esta es una solución realmente complicada y prácticamente imposible de ejecutar, son muchos los factores que impedirían la implantación de la producción ecológica de forma generalizada como medio para alimentar a la humanidad, entre ellos se encuentran el alto costo y la poca disponibilidad tecnológica.