El 21 de septiembre iniciará en México la transmisión de una nueva temporada del programa conocido en todo el mundo como Big Brother, descrito por su productor Miguel Angel Fox como "más fuerte y salvaje que nunca". Una versión extrema convocada en el momento que Televisa más lo necesita.

Desde la llegada del video bajo demanda y de la inmediatez en el flujo de información por medio de Internet, los medios electrónicos tradicionales cayeron en una espiral a la baja de la que no han podido recuperarse.

Tan solo en el segundo trimestre de 2015, la caída en ganancias por concepto de publicidad para Televisa se calcula en casi un cuarenta por ciento, lo que ha repercutido en la presencia de la televisora en la Bolsa Mexicana de Valores: lo que significa una pérdida de confianza en la capacidad las empresas de Emilio Azcarraga para mantenerse como máquinas productoras de dinero.

Para TV Azteca las cosas no están mejor. El precio de sus acciones en la Bolsa Mexicana de Valores se mantiene en una tendencia a la baja desde 2011.

En medios de comunicación masiva el raiting es todo. Si hay publico hay anunciantes; si hay anunciantes hay dinero; si hay dinero hay confianza y planes para el futuro.

El regreso de Big Brother a la televisión mexicana es una apuesta por recuperar al público que sistemáticamente ha perdido en los últimos años, especialmente en el segmento de los nativos digitales, cuya convivencia con la tecnología les abre un abanico de opciones. Las propuestas de entretenimiento se evalúan sin importar mucho su origen.

Adaptar el formato creado por Jon de Mol hace casi veinte años a los tiempos actuales, incluye una apuesta por el formato multiplataforma: televisión abierta, canales de paga, canales web y participación del público por medio de las redes sociales. Esto, además de una propuesta de dinámica social de mayor complejidad dentro de la casa monitoreada con decenas de cámaras y micrófonos.

¿Y que sigue?

Esta estrategia para atraer público debe leerse como el principio del fin. Si funciona en términos de raiting, podemos esperar una escalada en el nivel de morbo propuesto por la televisión comercial; si fracasa, será una clara señal de que el negocio ícono del siglo XX debe reinventarse por completo.