Si bien hemos hablado muchas veces sobre las posibilidades de ejercicio saludable de la sexualidad, así como de nuestros derechos sexuales, queda todavía un trecho largo para llegar a un equilibrio en nuestro país, dado que mientras la infancia no esté protegida en estos sentidos, difícilmente llegaremos a ser adultos plenos en todo sentido.
Con esto no digo que todos los niños y niñas sean abusados sexualmente durante la infancia, si bien la cifra es alarmantemente alta. La idea de esto es que según declaraciones recientes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, aproximadamente el 60% de la pornografía y el turismo sexual infantiles del mundo, tienen su origen en nuestro país.
Si bien no se menciona en la declaración el origen del dato, esta cifra nada honrosa es muy cercana a las que maneja UNICEF: personas de países pobres dando el servicio a personas de países ricos es, obviamente, lo más frecuente.
Si a esto le agregamos los factores económicos y de migración, podremos imaginar y constatar en los tratados sobre el tema, que la frontera de México con Estados Unidos, a la cual somos muy cercanos, es uno de los lugares que tiene mayor participación en esta clase de actividades.
Por su parte, las autoridades brillan por la misma indiferencia con la que tratan otros asuntos de interés para la población nacional.
Si volteamos al mundo, las condenas máximas por abuso sexual, explotación sexual o prostitución rondan los 14 años de prisión pero en realidad no re-educan la sexualidad de quienes lo perpetran o de quienes colaboran en esta clase de negocios. A esto podemos agregar que por las mismas razones, la estimación en tiempo para volver a cometer el delito de abuso, violación o turismo sexual para los usuarios, es de 2 años como máximo.
Re-educar la sexualidad de una persona que tiende a cometer este tipo de actos es complicado, y hay diferentes propuestas alrededor del mundo.
Recientemente en Australia se propuso la castración química de los abusadores sexuales. Si bien esta es una propuesta válida, me parece que esto pudiera funcionar solo temporalmente ya que además de los efectos secundarios en la vida y el cuerpo de la persona a quien se le administran los químicos, está el hecho de que realmente esto no termina con su situación, solo la inhibe y no le permite volverse a crear como persona.
Seguramente sobre esto hay opiniones encontradas que van desde la legalización (si, como leyó, hay personas que lo han propuesto y desde luego prácticamente no han sido escuchadas) hasta la pena de muerte, pasando por sanciones como la mencionada o el aumento de tiempo en prisión, entre otras.
Por lo pronto una primera medida que podemos implementar en nuestros hogares, además de las medidas elementales de prevención del abuso sexual infantil, es no permitir la violencia en nuestros contextos, ni mucho menos interpretarla como una muestra de afecto o como algo normal en el desarrollo de niños y niñas, ya que si lo analizamos, veremos que esto es el origen de muchas situaciones adversas en la sexualidad y en la sociedad en sí misma.