La televisión es inevitablemente un modelo a seguir para una parte de la población aunque muchos sostengan que está en decadencia. Es por esto que es imprescindible que si deseamos hablar de equidad de género y del sano vivir de nuestra sexualidad, sean cuestionados los sucesos como los sucedidos la semana pasada cuando el conductor Enrique Tovar cometió acoso sexual en plena programación en vivo en contra de su compañera Tania Reza al punto de que al verse acorralada, tuvo que salir del set en estado de evidente molestia. Luego se publicó un video en el que sonriendo decían ambos que se trató de una broma y después la afectada en su fan page de Facebook habló de cómo fue presionada para aminorar la situación por medio de ese video, lo cual dio pie para consecuencias temporales para ambos personajes en lo que a su trabajo en la conducción se refiere.
Sea como sea, broma o no, esta es una muestra más de la normalización de la violencia de género que vivimos día a día y que en muchas ocasiones creemos que es lo que se espera y no podemos hacer más que intentar cuidarnos de que nos suceda.
El acoso sexual laboral y callejero son parte del círculo vicioso que ha vuelto cada vez más necesaria la alerta de género en nuestro estado, así como ampliar la panorámica sobre el tema de la violencia que no se trata únicamente de los piropos y/o tocamientos inadecuados, cuando no de los “favores sexuales a cambio de cosas”, sino de obligar a las trabajadoras a hacer cosas alrededor de la feminidad bajo el pretexto de la “buena presentación”, y en ocasiones forzar la renuncia por motivos de maternidad.
En este caso preciso, podríamos hablar también de que aún persiste la idea de que la mujer se tiene que aguantar, sonreír, seguir “siendo bella sin perder el estilo” y hacer de cuenta que no pasa nada. Broma o no, este es el estereotipo machista que refuerza lo sucedido con estas dos personas.
En el caso de las autoridades pareciera que la omisión es la moneda universal, pues se sabe de la poca prioridad que se le da a estos temas siendo esto en parte por una cuestión cultural.
El primer paso para nosotros como espectadores es observar nuestras propias reacciones, sobre todo las palabras con las que juzgamos tanto a quien ejerce la violencia como a quien la recibe, así como de nuestras acciones. Empecemos entonces por no hacer de este tipo de sucesos una materia de burla y de reproducción de los estereotipos que dañan a las personas, tanto a hombres como a mujeres.