La semana pasada se dio a conocer la noticia de que en Colombia, después de haber rechazado la iniciativa de ley que proponía la adopción entre parejas del mismo sexo, finalmente esta se aprobó. Esto es un paso importante en la homogeneización de los derechos ciudadanos que las personas heterosexuales dan por sentado no solo en aquel país, sino en la mayor parte del mundo.
Esto amplía las posibilidades de lo que ya existía en Colombia, dado que allá la pareja podía adoptar a un hijo biológico (o hija) de uno de los miembros.
María Victoria de la Calle, presidente de las cortes en Colombia menciona con justa razón que “la orientación sexual de una persona o su sexo no son por sí mismos indicadores de idoneidad moral, física o mental para adoptar”.
Además de este argumento, la Corte se pronunció sobre el argumento de que lo que prevalece es el derecho de los niños y niñas a tener una familia es el que prevalece y que “la adopción de niños por personas con orientación sexual diversa, en general, y por parejas del mismo sexo en particular, no afecta por sí misma el interés superior del menor, ni compromete de manera negativa su salud física y mental o su desarrollo integral” según Jorge Iván Palacio, magistrado ponente de aquella Corte.
Desde luego que ha habido reacciones y opiniones encontradas dentro y fuera del sistema de justicia de Colombia y de ese país, ya que se sigue argumentando en contra a partir de creencias y tabúes acerca de lo que es lo masculino, lo femenino, la paternidad y la maternidad, así como de la forma en la que serán educadas las personas que sean criadas en parejas con estas características.
En respuesta a esto, existen estudios de países que han venido aprobando leyes similares desde hace varios años que nos adelantan en la visión de las verdaderas consecuencias que tiene la adopción. La realidad es que la proporción de problemas emocionales en los niños y niñas no es mayor que quienes viven con parejas del mismo sexo. Desde luego existen sesgos importantes respecto a lo que algunos estudios buscan, pues existen casos que buscan la “falta de figura paterna o materna” y otros que se orientan más al contacto con alguien cuya preferencia de género es distinta a la heterosexual.
Sea como sea, a estos estudios se agregan otros que recogen un punto de vista pocas veces tomado en cuenta: el de los propios niños y niñas adoptados. Personalmente los que conozco son de metodología cualitativa, es decir que no son estadísticos y no manejan números por lo tanto, sino que se enfocan a la propia experiencia de los individuos que participan en el estudio.
En estos casos me he encontrado con testimonios de niños y niñas y adolescentes que han crecido viendo a sus padres y madres trabajar e intentar criarlos de la mejor manera como suele suceder con las parejas heterosexuales (o con las familias monoparentales), y que se dieron cuenta durante la niñez que sus familias son diferentes, pero que en general no les importa porque prefieren eso a ser normales e infelices. Otros testimonios que hablan sobre discriminación coinciden en que nadie puede hacer eso si te sientes orgulloso de quien eres y tienes el apoyo de tu familia para enfrentar cualquier situación. En general, de lo que hablan estos niños es que sus familias son distintas pero tienen los mismos problemas que las otras, pero están ahí y la unión es un factor importante.
Respecto a esto, está por exhibirse en Estados Unidos, Serbia y Taiwan un documental llamado “Gayby baby” en donde niños y niñas de familias homoparentales hablan de sus experiencias. Desafortunadamente nuestro país no está en la lista de países a los que llegará (todavía), pero el internet es una herramienta poderosa que servirá para que estemos pendientes tanto de lo que venga en Colombia respecto a este asunto, como con el documental.