La semana pasada la Diputada Plurinominal del PRD Natalia Karina Barón Ortiz, tras hacer un recorrido por la Cuenca de Tuxtepec en una visita a las comunidades indígenas de la zona donde entregó ecoestufas a las personas de escasos recursos, les recomendó a las mujeres “echarse tres palos diarios” con sus parejas para enfrentar los problemas de la vida cotidiana y así ser más felices (Disculpe usted el uso de la palabra entrecomillada para referirme a las relaciones sexuales, es para hacer la cita textual).

Esta es otra muestra de la trivialización del sexo dentro y fuera del discurso político, convirtiéndolo en la causa y la solución de problemas que no tienen nada que ver con la sexualidad, si bien la permean, y de paso creando ideas erradas e incongruentes acerca de lo que es o debería ser la sexualidad. Esto se acerca mucho a la idea de que “no se supera el que no quiere”, la cual deja de lado todo el contexto que puede dificultar e incluso imposibilitar el progreso de una persona por la falta de oportunidades para su desarrollo. Es cierto que la creatividad y la actitud son un gran porcentaje de lo que nos llevará a un resultado, pero sin el otro porcentaje que implica estructura social y económica, estamos lejos de conseguir lo que deseamos dentro y fuera del área de nuestra sexualidad.

Eso sin mencionar la obviedad de que esta aseveración está completamente exenta de cualquier sensibilidad ante las siguientes preguntas: ¿Tres “palos” diarios son posibles en personas que muy probablemente no han sido sensibilizadas acerca de que la sexualidad no es necesariamente igual a reproducción (a más hijos que cuidar y mantener en condiciones de pobreza)? ¿Que no tienen acceso a métodos anticonceptivos ni la preparación ideológica para usarlos? ¿Que están anémicas y por tanto crían hijos e hijas que están igual y que reproducen la pobreza? ¿Que tienen parejas que muy probablemente las maltratan y que son tan producto del machismo como ellas? ¿Que lo más seguro es que ellas no hayan escogido libremente a esa pareja porque los usos y costumbres dicen que los padres arreglan los matrimonios desde que ellas son niñas y son desde entonces violentadas sexualmente? ¿Que para ellas “sexualidad” o “palos” (como los llama la Diputada) es muy probablemente lo que para nosotros se traduce como “violación”? ¿Que lo más probable es que muchas de ellas nunca o rara vez hayan tenido un orgasmo y que el sexo sea una obligación dolorosa?

La respuesta a estas preguntas apunta demasiado a ser NO. A esto podemos agregar que aquello de “ser felices” es una idea “tan ambigua” que los funcionarios políticos de cualquier escalón pueden lavarse las manos acerca de cualquier cosa que se parezca a una obligación por parte del Estado bajo cualquier argumento cierto o no, producto de su propia ignorancia o ganas de no ver.

En el caso de las mujeres de la Cuenca de Tuxtepec, además de educación de la sexualidad que incluya decidir con quién casarse y cuántos hijos tener, o cada cuánto tener relaciones sexuales, también les hace falta para ser felices poder vivir y trabajar en condiciones dignas, tener acceso a servicios de salud suficientes que no las descarten de los hospitales ni las hagan parir en el pasto, estar en condiciones de seguridad y leyes contra la discriminación que se cumplan en vez de solo aumentar, entre muchas cosas.

En conclusión y solo para dimensionar un poquito más lo absurdo de esto, traeré el ejemplo a nuestra entidad: “Ensenadenses, tengan muchas relaciones sexuales al día para que se les olvide que no hay agua”… ¡Por favor!