Sí, fenece el 2015. Un año complicado, por demás complicado. Un año que deja cicatrices, de esas cicatrices que tardan en sanar y que dejan marca. De esas marcas que no se borran; de las que se quedan y lastiman.
Se va el 2015 y queda el recuerdo de los hechos violentos registrados en San Quintín. Hechos mezcla de verdades, de simulaciones y de intereses políticos. Hechos que nos pusieron en la palestra nacional e internacional como una entidad donde se violentan los derechos humanos, donde se explota la mano de obra y donde se prostituyen las acciones gubernamentales.
Así nos dibujaron. De ese tamaño.
Zafarranchos violentos aderezados por manos ajenas a los surcos y sí muy próximas a intereses partidistas. Eventos lastimosos donde inocentes pagaron las consecuencias de una apatía gubernamental que suma décadas. Sucesos que generaron acuerdos de tregua pero que al paso de las semanas se convirtieron en acuerdos de papel. De eso nada más.
Los mesías que movieron las aguas, los que las agitaron y volvieron turbias ya no se ven. Ya no se notan. Quizá agazapados esperan nuevos tiempos de cosecha. El gobierno regreso a lo suyo. A esa apatía tan suya, tan moldeada.
Se va el 2015 y con el sus selfies. Sí, esas selfies que nos desnudaron, que nos consternaron, que nos conmovieron aunque sea por encimita. Las selfies que nos volvieron jueces severos, implacables. Que nos hicieron rasgar las vestiduras y condenar.
Se va el 2015 y de aquel joven afectado de sus facultades mentales al que se fotografió con una soga atada al cuello, pocos se acuerdan. Ni las autoridades, ni los que condenaron la agresión, ni los que casi se desmayan de la indignación se acuerdan de la víctima.
El otrora pescador sigue en su mundo, en ese mundo de abandono y menosprecio al que solo nos da por asomarnos cuando existe una selfie de por medio. Solo así.
Se va el 2015 y con el las intentonas truncas de la autoridad para concretar el desalojo de comerciantes de la Bufadora. Una orden judicial que se freno por la actitud organizada y temeraria de quienes se pusieron el papel de victimas, de afectados.
Los comerciantes se armaron, se atrincheraron, se colocaron en la línea de la inminente confrontación con tal de defender sus espacios. Y ahí siguen. Intocables.
La autoridad hizo como que quería, cuando en los hechos nunca quiso. Porque cuando quiere puede y puede bien. Y ahí está una humilde vendedora de alimentos como ejemplo. Para desalojarla, su atrincheramiento sirvió de muy poco. La fuerza pública de por medio. Implacable.
Se va el 2015 y con el la crisis por la escasez de agua y sus tácticas erróneas para enfrentarla. Se los periodos más complicados que recuerden los ensenadenses. Durante meses el agua se recibió a cuenta gotas en miles de hogares. El agua a cuenta gotas y las excusas gubernamentales a borbotones.
El gobierno ocupo casi de todo el año para justificar lo injustificable. Para vender soluciones que en los hechos fueron solo discursos y causa también de insomnios.
Con un año a punto de expirar, parece que la luz al final del túnel aparece. El agua empieza a correr por las tuberías de los ensenadenses y los reclamos bajaron. Empiezan a pagar por el líquido consumido, no por el aire que mueve las manecillas de los aparatos de medición.
El agua y su crisis. El agua y su obligada incorporación al listado de temas prioritarios que el gobierno tiene que atender. Sí, porque los reclamos solo están en reposo. Nada más.
Se va el 2015. Ya fenece.
Ojala que el 2016 resulte prospero en oportunidades, en alternativas de progreso, en entusiasmo. Ojala que así resulte para todos.