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Iraq se prepara para los matrimonios con niñas de 9 años

Los retos que nos esperan…

  
Nota publicada el 2 de enero de 2016
por Manuel Sánchez

En abril del 2015 se publicó en medios internacionales que, en las elecciones de Iraq, uno de los partidos en contienda había propuesto bajar la edad mínima para contraer matrimonio con mujeres: de 18 a 9 años. Hace unas semanas, una compañera de sociología compartió esa nota en su cuenta de Facebook.

Acompañó la información con un comentario diciendo que por actos como esos se daba razón al feminismo internacional. Sin duda, era válida su conclusión –finalmente, es Facebook ¿no? Cada quien puede decir y compartir lo que quiera. Pésimo espacio para tomarse algo enserio. No obstante, algo no sonaba bien.

Usualmente no contesto a esta clase de comentarios, pero esta vez se mezclaron varias cosas: primero, el hecho de que fuera una colega de la comunidad de sociólogos, de los cuales espero cierto criterio para compartir información; segundo, recién había ocurrido el atentado en Paris en donde la villanización de cualquier persona que tuviera que ver con “lo árabe” estaba a flor de piel (o de click); y, tercero, una experiencia anterior en internet que me advertía de una posible malinterpretación.

La página compartida era un portal de “noticias” que copiaba contenido de otros espacios en internet.

Esto era fácil de corroborar al buscar algún párrafo de la nota en Google (en donde la fuente más fiable de donde se había copiado la información era Huffington Post).

Por otro lado, la página no señalaba quién era el autor de la nota y tampoco tenía las fuentes de donde había obtenido su información. Todo calificaba a que era un portal “click-bait”, portales que lo único que buscan es generar clicks, independientemente de la calidad de la información. Más que informar, buscan generar sensación –reacción más que reflexión, como el perro de Pavlov.

Básicamente, la nota mencionaba que tal ley establecía el matrimonio con menores de 9 años y que era una política sugerida en un contexto de elecciones. Pero la fotografía que acompañaba la nota decía mucho más que el contenido: una línea de pequeñas niñas, vestidas de blanco y maquilladas, mientras sostenían la mano de hombres visiblemente mayores que ellas, vestidos de traje negro. La fotografía no sugería la posibilidad, parecía evidencia del acto mismo.

Por el contexto político, la nota adquirió likes y comentarios…

Países como los de medio oriente son tan anti-derechos humanos, tan distintos y perjudiciales para nuestra vida en comunidad. No sólo los países… los árabes. No sólo los árabes… sino aquellos que hablaran árabe. Los distintos.

Es tremendamente fácil la construcción prototípica de historias: una víctima y un villano. Y entre más emblemática sea la víctima, más fácil será decir que se está de su lado, que también compartimos su dolor. Aunque no lo sintamos. El problema con esto no es en sí el acto de la construcción del villano y la víctima. Es que formamos parte de tal acto sin siquiera darnos cuenta. No hay consciencia.

La tercera razón de porqué dudé de la información que compartió mi colega socióloga surgió meses atrás. Se re-inició la difusión de un video por Facebook en donde una niña hablaba en un micrófono en árabe frente a un público de personas. Atrás de ella se veía la bandera del Estado Islámico.

Los comentarios debajo del video original (el cual fue eliminado) eran “reveladores”. A pesar de que nadie sabía árabe, todos daban por hecho lo que sucedía: era evidente, la niña estaba siendo vendida al mejor postor, sus lágrimas eran de desesperación y el hombre trataba de calmarla ya que, una niña llorando era mal producto.

El hombre la abraza y la vuelve a ofrecer al público quien reacciona con gritos de oferta. Esto es evidente y claro, o por lo menos, en los comentarios en inglés y español no había duda.

Tal vez vivir en un contexto multicultural te hace más sensible a comentarios de odio hacia otras culturas.

En la maestría tuve oportunidad de estudiar junto a personas de distintos lugares de México y del mundo, hablantes de distintas lenguas: indígenas, minoritarias y lejanas de la región. Especialmente, pude convivir con dos marroquís quienes hablaban árabe clásico, francés, la variante marroquí del árabe, español y berebere. Personas amables, respetuosas y poliglotas.

Y claro, juzgar a un grupo por uno o dos integrantes es ridículo. Y por alguna razón, sigue sucediendo.

Si nos vamos por pasos, me daba curiosidad saber exactamente qué decían las personas en el video. Le pedí ayuda a uno de mis compañeros marroquís quien me tradujo el diálogo:

Se trataba de un concurso de lectura del Coran. La niña se había equivocado por los nervios –lo que implicaba que quedaría descalificada del concurso; el maestro de ceremonias pregunta al público, mientras abraza a la niña, si le podrían dar otra oportunidad. El público acepta contento.

Un “poco” distinto a lo que los comentarios sugerían.

En el video se ve una bandera del Estado Islámico, el mismo que se adjudicó distintos ataques terroristas en distintos puntos del planeta. No hay mucho para donde hacerse aquí, más que evidenciar lo contradictorio: el Estado Islámico es difusor de la cultura. Y hay razones para hacerlo: reforzamiento del discurso, crear simpatía con la población, etc.

Eso mismo es objeto de otra columna. Más allá de las implicaciones de que tiene un difusor de la cultura, lo importante es que el conocimiento de una lengua abrió la posibilidad de otra lectura (tal vez, la lectura correcta) dejando ver una escena que parece contra-intuitiva. ¿El villano no es tan villano? El problema es que no existen los villanos de telenovela y caricatura.

Unas cuantas preguntas deshacen la visión maniqueista. Una de ellas tomó cinco minutos responder, y sólo bastaba alguien que supiera árabe, y la otra tomó quince para encontrar las fuentes de la nota que había compartido mi compañera. El problema se puede reducir a la disposición: en internet, es fácil encontrar argumentos en contra, el problema es estar dispuesto a buscarlos y a tratar de digerirlos.

En cuanto a la nota de mi compañera, en efecto, hubo una propuesta de ley que modificaba la edad mínima para el matrimonio. No pasó, por la misma presión de la comunidad iraquí. Esto sucedió hace más de 6 meses. De hecho, Iraq presenta una regulación en materia de matrimonios en donde la edad mínima es de 18 años, y para contraer matrimonio con alguien de 17 o 16 se debe tener consentimiento de ambos padres de las dos familias.

La nota adquirió “validez” y se compartió por las redes por el escenario político internacional de ese momento. Pero, de la misma manera que los gatos, el accidente de un niño cruzando un rio o un grupo de personas bailando incoherentemente al ritmo de una tonada famosa, la acusación al Estado Iraquí rayaba en lo sensacionalista: era la moda.

La fotografía que acompañaba la nota fue el punto de quiebre en mi búsqueda. Encontré una página en Snopes.com dedicada a desmitificar (debunking) la historia detrás de la fotografía.

Una última apreciación, y con esta reflexión inicio el año: depende de cada quien construir un criterio e informarse sobre la situación actual que se vive en medio oriente en cuanto derechos humanos. Lo expuesto aquí no tiene que ver con eso, sino con la forma en que se selecciona y consume la información.

Uno de los retos más difíciles a los que se enfrentará nuestra generación en el 2016, y en los próximos años, será la reflexión y crítica de las formas en que, en un contexto con sobredosis de información, se legitima y actualiza el conocimiento.

Nuestra generación tendrá que enfrentarse a la inercia en la que cualquier información en internet es válida, siempre y cuando vaya de acuerdo a nuestras creencias.

Manuel Sánchez. Licenciado en Sociología y Ciencias de la Comunicación UABC. Maestro en Lingüística por la UNISON. manuel.wortens@gmail.com.
 
 

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