Arribaron las primeras lluvias vinculadas con el fenómeno del “Niño” y no tardaron en aparecer nuestras carencias, nuestras debilidades, nuestras dolencias.
Y aparecieron por todas partes. Por todas.
En materia preventiva apenas en pañales. Desorganizados, desinteresados; sin las herramientas para enfrentar una contingencia como la que se puede derivar. Sin las herramientas y sin las estrategias, que es más grave aún.
Una dirección de protección civil muy distante de lo que reclama una sociedad tan expuesta a las consecuencias de fenómenos naturales, como el actual. Una dirección de protección civil sujeta a la improvisación y acostumbrada a caminar detrás de los problemas.
La inspección de las zonas consideradas de alto riesgo no está concluida, menos la reubicación o evacuación de familias asentadas en zonas cercanas a lechos de arroyos.
En las márgenes del arroyo “El Gallo”, entre Reforma y Loyola, se asentaron personas en improvisadas casuchas de cartón y trozos de madera. Ahí están. Indefensos y desprotegidos. Ahí están expuestos a su propia irresponsabilidad y a la apatía gubernamental que simula no verlos.
Pero ahí están.
Y si así están en la zona urbana, no cuesta mucho trabajo imaginar la situación de abandono en la que se encuentran familias asentadas en espacios rurales o comunidades indígenas.
En infraestructura, mal y de malas.
El “Niño” hizo más grandes los baches que no se habían tapado y generó muchísimos más. Muchos más. Por todas parte y de todos tamaños.
Evidenciando el estado lastimoso de la mayoría de las calles y avenidas de la ciudad, pero evidenciando al mismo tiempo la ausencia de una política de rescate y rehabilitación integral de la zona urbana del puerto.
Si bien los pasos a desnivel han evitado las complicaciones enfrentadas no hace muchos años en tiempos de lluvia, son muchas las zonas de la ciudad que se convierten en autenticas lagunas ante una regular precipitación.
Ensenada, en comparación a otras ciudades de la entidad, refleja un rezago importante en lo que se refiere a la modernización y mejoramiento de la infraestructura urbana.
Un rezago al que, ahí lo preocupante, no se le ven acciones de fondo que lo contrarresten.
Y así llevamos años, muchos años.
Muchos años de apatías, de carencias, de dolencias…