La semana pasada hablábamos del controvertido sexo anal, y quedamos en la conclusión de que como cualquier práctica sexual, este debe ser analizado y consensuado en la pareja antes de un primer intento e ir afinando detalles si se desea avanzar en nuestros experimentos y acciones al momento del coito o el juego sexual.
Gracias a la grandiosa observación de una amiga recordé que no les hablé a profundidad acerca de lo que es el Punto P, y me parece que merece una mención especial porque se trata de un tema poco hablado por todos los tabúes existentes, incluyendo el hecho de que hablar de estimulación anal al varón, especialmente si implica una penetración por pequeña que sea, pone culturalmente de inmediato en duda su hombría, lo cual no tiene nada que ver.
Solo por lo que rodea estas creencias es más complicado hablar sobre él que del Punto G de la mujer, pues tiene un peso social distinto en lo que al género se refiere.
Al Punto P se le llama así porque no es otra cosa que la parte de la próstata que es sensible a través de la penetración anal en el varón.
Cuando digo “penetración” por favor no imagine cosas tan drásticas: estamos hablando de dos falanges de un dedo promedio, lo cual son aproximadamente 3 cm. Cualquier estimulación con variaciones de grosores o longitudes mayores a esas son cuestiones muy individuales.
La próstata es una glándula que genera el líquido seminal que nutre y alberga a los espermatozoides antes de la eyaculación. Dicho sea de paso que este es el lubricante natural del pene y SI tiene espermatozoides y por tanto existe una posibilidad diminuta pero consistente de embarazar si existe penetración vaginal aunque el hombre no eyacule dentro.
Las sensaciones que da la estimulación del Punto P pueden compararse a las del Punto G en el sentido de que se describen como un impulso eyaculatorio, de que algo tiene que salir a como dé lugar, siendo esto acompañado por lo que se percibe como placer orgásmico que puede llegar a repetirse dos o más veces durante una misma sesión, lo cual se conoce como multiorgasmo y que usualmente se le atribuye a la mujer cuando es estimulada correcta y prolongadamente para eso (obviamente no en la próstata).
Como en todo, la idea es que si existe curiosidad, se empiece por aquello que sea más sencillo para quien experimenta, lo cual suele ser por medio de la autoestimulación durante el baño, recordando que esto se hace muy despacito y con lubricante. Hay quien dice que el jabón ayuda, yo hago hincapié en que es necesario un lubricante diseñado para esto o en su defecto que el jabón sea lo más neutro posible para evitar ardores o malas experiencias.
También se recomienda que si la estimulación se dará con los dedos, esta se haga usando lo que se conoce como condones para los dedos o dedales sexuales para evitar la propagación de bacterias y parásitos.
Si ya estamos en el camino de usar un juguete sexual, es importante saber que existen los que son especialmente diseñados para el Punto P, que tienen una protuberancia inclinada, digamos hacia un solo ángulo y, muy importante, tienen una base que evita que el juguete sea completamente absorbido por el esfínter.
Recalco esto porque pueden suceder accidentes desagradables cuando los juguetes usados en el ano no tienen esta última característica. Se debe tener cuidado también de que no haya brusquedad, ya que podemos provocar un desgarre y esto tampoco es parte de lo que se busca.
La estimulación del Punto P también puede hacerse junto a otras prácticas, tales como la felación (sexo oral al pene) ya sea que se haga sola o en la práctica conocida como 69. La creatividad y apertura de cada persona dirá donde están los límites, pues recordemos siempre que todo esto se puede hacer solo entre personas adultas que previamente hayan llegado a acuerdos sobre aquello con lo que están de acuerdo y lo que no, y aquello que no estamos listos para hacer o no deseamos y creemos que no desearemos nunca, se respeta indudablemente.