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El independiente

…que lance la primera piedra.

  
Fractal: infinita dependencia.

Nota publicada el 5 de febrero de 2016
por Manuel Sánchez

Con esta columna cumplo un año escribiendo para este medio. He tratado de que los temas que les presento versen entorno al lenguaje y la forma en que construimos significado. Mi preocupación mayor ha sido evidenciar lo lejos (o cerca) en que un instrumento de comunicación puede representar a la realidad más que hablar fidedignamente de ella. Durante este año, gran parte de mi atención se ha concentrado en las lenguas y culturas indígenas bajacalifornianas. Me parece que ayudan a dejar(me) claros algunos conceptos fundamentales como al mismo tiempo hacer difusión de documentos perdidos en bibliotecas.

En esta columna les presento una pequeña reflexión sobre un concepto que se ha convertido en moda el cual me gustaría desgranar un poco. ¿Qué significa independiente? En términos formales esa palabra está construida de dos maneras. La primera parte proviene del prefijo “in-” que a su vez forma parte de un grupo de prefijos como “im-” e “i-”. Estos los podemos encontrar el palabras como “inflamable” –que no puede flamear; “imposible” –que no es posible; e “ilógico” –que no es lógico. El significado de estos prefijos es de negación, en la palabra que nos compete niega la base a la cual se prefija, en este caso “dependiente”.

El segundo proceso es el del sufijo “–ente”. Hubo una gran discusión de si ese prefijo estaba sujeto a cambios gramaticales de género. Si fuera así, tendríamos palabras como “presidenta” o “ardienta”. El porqué se sugiere el cambio y las presiones sociales involucradas para lograrlo dan para otra columna. Por lo pronto diremos que ese sufijo convierte la base en un adjetivo. En una construcción como “Juan es dependiente”, esta palabra podemos cambiarla por cualquier otro adjetivo, como “alto” o “rojo”.

Lo curioso de la palabra proviene de la “base” depender, la cual está compuesta de otros dos conceptos: “de-” y “pender”. El prefijo “de-” significa que una acción es resultado de otra acción o proceso. Si yo digo “Juan pende” se entiende que Juan “cuelga” de algún lugar pero el verbo (pender) no nos exige que aparezca de qué o de dónde pende Juan. No obstante, si se coloca el prefijo “de-” entonces una construcción como “Juan depende” se siente incompleta: la pregunta obligada sería ¿de qué depende Juan?

El concepto es transparente. El péndulo pende desde un punto. Desde ahí se mueve de un lugar a otro, y si no fuera por ese punto simplemente, por concepto, dejaría de existir. El pender de algo involucra la unión de dos objetos, y también implica jerarquía, regida físicamente por la gravedad, pero metafóricamente por el poder. Una persona depende de otra, lo cual significa que su “movimiento” está unido por algún punto a otra persona, y que si esa otra persona dejara de existir, se detiene todo movimiento.

Tu vida pende de un hilo pero no depende de él. Cuelga, frágil, de un solo punto, y sin duda si no fuera por ese hilo (por lo menos, siguiendo la metáfora) perderías la vida. Pero tu vida depende realmente de “inserte lo que sea aquí”.

La palabra “independiente” supone un ente que no de-pende de nada ni nadie. No puedo evitar preguntarme si eso es posible. Al final, dejamos de ser dependientes de algo/alguien para ser dependientes de alguna otra cosa. Si consideramos que los seres humanos somos intrínsecamente sociales, no hay forma de contradecir aquello.

Llevemos la idea al extremo: ¿podemos ser independientes en el sentido en el que nuestra propia existencia no esté condicionada por las decisiones de alguien más? Tal vez, en parte. Tal vez podamos construir la ilusión de independencia, un degradado hacia la independencia, pero la absoluta independencia… eso es una farsa, lo que la vuelve más peligrosa.

Si… eres independiente, pero págame. Si… eres independiente, pero inclínate.

No, no creo que exista un ente que pueda separarse de las complejas relaciones de poder. A lo mucho, las jerarquías cambian y se de-pende de otros puntos, desde otros objetos y sujetos. Pero eso no nos vuelve independientes.

Por alguna razón, se supone que independencia y autonomía son sinónimos pero en el fondo no puede ser así. La independencia es, siguiendo mi exposición, solo una ilusión, una utopía; pero la autonomía es asequible, mucho más real. Yo no podré ser in-de-pendiente pero, a pesar de todo, puedo nombrarme a mí mismo, puedo auto-nombrar. La independencia NO IMPLICA autonomía.

Yo no soy independiente de este medio, tanto así que mis palabras llegan por medio de; pero incluso sin ser “independiente”, soy autónomo. Nombro lo que quiero nombrar, de la manera en que quiero (tanto como mi lenguaje me lo permita).

Y dejemos claro algo: los medios independientes no existen, pero su red de dependencia es mucho más compleja por lo que su vida no de-pende de un solo hilo, de un solo gobierno o un solo patrocinador.

Con esa idea es como se sostiene otra que también está de moda: democracia, la cual significa, con los mismos términos, que entre más densa sea la red, más difícil el que dependa de una sola fibra.

El independiente ¿de qué o quién es independiente? ¿de qué centros se ha escapado?

El independiente ¿de quién es amigo, quién lo apoya, quién lo financia?

El independiente… ¿de quién es dependiente? ¿qué red es la que lo sostiene?

El independiente… ¿se puede auto-nombrar?

Manuel Sánchez. Licenciado en Sociología y Ciencias de la Comunicación UABC. Maestro en Lingüística por la UNISON. manuel.wortens@gmail.com.
 
 

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