Ayer terminó la fiesta. Sí, la fiesta que guste o no está a punto de cumplir el siglo de vida. El carnaval de Ensenada, de los más antiguos de México, pero también de los más olvidados y menospreciados por las autoridades.
Tan olvidado y menospreciado que no aparece en el plano de carnavales que el Gobierno Federal distribuyó y promocionó dentro y fuera de nuestro país. Tan menospreciado que, no obstante su impacto y repercusiones sociales y económicas, recibe migajas de los presupuestos oficiales.
Ayer terminó la fiesta. Si la fiesta a la que se cuestiona y descalifica. A la que se sacó del espacio que la vio nacer y crecer porque para una minoría, muy minoría, allí fastidiaba y afectaba. De muy poco sirvieron sus noventa y tantos años y su legado a la historia del puerto. De muy poco.
El gobierno, el mismo que siempre cede ante las presiones de quienes se dicen y comportan como los voceros de la sociedad, trasladó la festividad a un espacio de playa carente de infraestructura, de servicios, de atractivo. A una zona donde no tardarán en cuestionarla, descalificarla y menospreciarla. No tardan.
“Es que todos los carnavales ocurren en los malecones y espacios de playa”, argumentan quienes empuñaron las banderas de su salida de la Avenida Ruiz. Pero no, no tienen razón. El de Ensenada no. El de aquí nació, creció y se hizo maduro en una de las principales avenidas de la ciudad. Allí se protegió de las inclemencias naturales que son muy propias de la zona y que no se dan en otros puertos mexicanos.
Ayer terminó la fiesta. La fiesta que a punto de cumplir el siglo de vida respira apenas con el aporte de cientos de ensenadenses, con la contribución de familias enteras que año con año la viven por dentro y por fuera. Como ha ocurrido durante más de nueve décadas.
Ayer terminó la fiesta. La fiesta que nos guste o no, es la fiesta de todos, la que no hace distingos sociales y económicos, la que atrae a miles, la que se espera, la que se respira, la que aporta.
Pero el carnaval de Ensenada, no obstante lo anterior, continuará dando tumbos y acumulando fracasos si las autoridades lo siguen viendo y tratando por encima del hombro, si las minorías muy minorías le siguen achacando la culpa de sus males, de sus desvelos y de sus miedos.
Seguirá dando tumbos y acumulando fracasos si no se le da la importancia y el trato que merece, si no se precisa y oficializa su área de realización para evitar desalojos futuros, si la autoridad solo escuche a las voces que cuestionan la festividad y no toma en cuenta el esfuerzo de quienes por décadas la han sostenido.
Ayer terminó la fiesta. Sí, la fiesta que guste o no, es la fiesta de los ensenadenses. La fiesta de todos.