En el periódico “San Francisco Call”, del día 30 de septiembre de 1888 encontramos un interesante artículo, sobre el cual hacemos, la presente reseña:
Relataba la noticia que fue descubierto un “tesoro” enterrado con un valor de $20,000 dólares, en un cañón solitario a unos 5 kilómetros al norte de Ensenada, que dicho “tesoro” consistía en monedas de oro, joyas y diamantes, y que este hallazgo había sido hecho por personas desconocidas.
Dos semanas antes algunos residentes de Ensenada, notaron la presencia de dos norteamericanos que actuaban de manera un tanto sospechosa, causando cierta curiosidad por lo que fueron, digamos, observados en su ir y venir por los alrededores.
Se les vio caminar e inspeccionar ambos lados del camino que conduce a El Sauzal. Se les vio por los cerros cercanos y lo mismo por las playas aledañas a Ensenada.
Una de esas noches fueron vistos, a cierta distancia, cuando, en este pequeño cañón del que hablamos, hicieron una fogata y al parecer escarbaban en el lugar.
Repentinamente y en medio de la oscuridad de la noche se les vio cabalgar furiosamente, con dirección al norte, perdiéndose rápidamente y fuera del alcance de los curiosos testigos que los espiaban. Al día siguiente, tratando de indagar la identidad de los misteriosos americanos, se buscó información con los oficiales de la frontera, en Tia Juana, teniendo como respuesta de que se ignoraban los nombres de ambos jinetes, quienes, en efecto habían cruzado la frontera adentrándose al territorio de California.
Horas después, ya con la luz del día, los curiosos y fracasados vigilantes, regresaron al lugar de los hechos, donde encontraron las cenizas de la fogata que habían divisado. Notaron que había varias excavaciones, todas en forma de oblongo y a diferente profundidad. Estos agujeros estaban en línea, de sur a norte, adyacentes a una viaja mojonera blanca que marcaba, quizás alguna denuncia minera.
En uno de esos, recién escarbados hoyos, encontraron las huellas de un objeto que había sido sustraído de ahí. Se percibían los detalles de la forma rectangular como el fondo de un maletín. No encontrando más detalles que dieran a luz sobre este misterioso hecho se retiraron.
Un par de días después, buscando explicaciones, alguien recordó que hacía unos años atrás, llego a Ensenada la noticia de que un joven joyero, cuyo nombre, nadie pudo recordar, se había desaparecido de la ciudad de San Francisco, en California, llevándose consigo un maletín, robado a su patrón, con joyas y monedas de oro con valor de 20 mil dólares. Decía la noticia que había tomado camino hacia el sur. Se recordaba que había llegado a San Diego donde le robo un caballo a la Sra. Emosa Will, quien junto con J. C. Stuart persiguieron al ladrón hasta verlo cruzar a México. Buscaron asistencia de parte de los “rurales” quienes se dieron a la tarea de rastrear las huellas del prófugo a quien atraparon en las inmediaciones de Santo Tomas, recuperando el caballo de la Sra. Will. No se le encontró ningún objeto de valor en su persona.
Fue entregado a las autoridades del vecino estado de California y después de ser juzgado fue condenado fue llevado a la prisión estatal en San Quentin, cerca de San Francisco, donde al cabo de unos tres años después, murió.
Corrió el rumor, donde se especulaba, que un compañero de la prisión, quien había sido liberado recientemente fue quien vino a Ensenada a buscar el botín escondido.
Una página más en la historia poco conocida de nuestra Baja California y es sus principios azarosos.