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En la búsqueda de la lengua perfecta

El ithkuil y John Quijada

  
Nota publicada el 15 de abril de 2016
por Manuel Sánchez

Las lenguas naturales son un caos. Aunque se pueden encontrar características constantes al momento de analizar algún texto, discurso o relato, en la vida diaria se escapan al escrutinio del lingüista. Los idiomas están ajustados, no sólo a una época determinada sino a un momento en específico de enunciación. No existen en la nada, flotando como estructuras eternas, sino que están vivos. Se mueven, mutan, se corporizan.

En palabras de John Quijada “los lenguajes naturales son adecuados pero no óptimos”. Esta reflexión sobre lo escurridizo del lenguaje se puede rastrear hasta Sócrates, con el Cratilo, atravesando a los filósofos medievales y modernos. Especialmente, esta búsqueda encuentra eco en filósofos como John Wilkins, Gottfried Leibniz y Bertrand Russell. La reflexión rondaba en que el lenguaje no era perfecto, por lo que, para poder hablar de la verdad, era necesario un instrumento con un mejor acabado.

Sus esfuerzos dieron paso a la lógica simbólica y a esquemas de representación del lenguaje que intentaron ir por encima del significado anclado en los momentos de enunciación (y, en general, en cualquier significado). No obstante, ninguno de estos lenguajes podía ser utilizado para la comunicación de la vida diaria.

La creación de lenguajes perfectos, o su pretensión, no sólo era un esfuerzo filosófico. Lenguas artificiales como el esperanto o el solresol se han inspirado de esta búsqueda, pero mantiene la intención de ser lenguas para la comunicación cotidiana. Tal vez una de las lenguas más emblemáticas que ha perseguido la claridad y optimidad ha sido el ithkuil.

De acuerdo a su prefacio, el ithkuil pretendía ser ese equilibrio entre la máxima precisión y la máxima reducción. Equilibrio que no podría ser alcanzado naturalmente por alguna lengua, sino sólo a partir de esfuerzos intelectuales. Su creador, John Quijada, pretendía resolver el conflicto ancestral sobre la creación de la lengua perfecta. No tenía idea de que se habría acercado de manera peligrosa a resolver tal conflicto.

En columnas anteriores les he platicado un poco sobre la hipótesis Sapir-Whorf. Esta propuesta sostiene, en su versión más fuerte, que el lenguaje determina la forma en que pensamos. Bajo esta óptica, una lengua eficiente implicaría un procesamiento intelectual eficiente. Con una lengua perfecta, pensaríamos el mundo de manera perfecta. Claro que esta asunción es, en lo menos, una idea utópica. No obstante, un grupo de investigadores en Rusia no lo creyeron así.

Quijada publicó en internet el primer boceto de gramática de su lengua en el 2004. De manera lenta pero constante, empezó a ganar fans en el mundo. Pero fue poco después, en ese mismo año, que recibió especial atención por parte de un grupo de rusos. Fue a partir de una mención en una revista llamada Computerra con la que empezó su viaje al estrellato. Incluso hubo quien realizó la titánica tarea de traducir la gramática del ithkuil a la lengua soviética. Entre sugerencias de modificación y adaptaciones fonológicas, pasaron seis años sin grandes noticias. Fue en el 2010 que John Quijada fue invitado por un grupo de investigadores rusos para exponer su lengua. Quien lo convocaba era Oleg Bakhtiyarov, director de la entonces recién creada University of Effective Development. Este centro se especializaba en algo llamado “psiconética” (psychonetics), la cual, en pocas palabras consistía en una mezcla de ideas occidentales y orientales para desarrollar la mente humana.

En su conferencia realizó una demostración de fuerza. Presentó al público de Chess City, en Elista, una imagen del “Desnudo bajando una escalera nº2”, una obra cubista de Marcel Duchamp (imagen abajo). Pintura difícil de describir en cualquier lengua, pero en ithkuil era algo como “aukkras êqutta ogvëla tnou’elkwa pal-lši augwaikštülnàmbu” lo cual se traduciría a “una representación imaginaria de una mujer desnuda que desciende por la mitad de una escalera en series de paso-a-paso con movimientos corpóreos integrados de manera estrecha y ambulatoria los cuales se combinan en una estela tridimensional detrás de ella, formando un todo intelectual, emocional y estético, emergente y atemporal”.

Uff.

“Creemos que, cuando una persona aprende ithkuil, su cerebro funciona de manera más rápida” le dijo a Quijada la profesora Alla Vishneva, quien enseñaba esta lengua artificial en aquella universidad rusa. Sin duda, una forma reducida de expresar la hipótesis fuerte de Sapir-Whorf.

Hasta donde los experimentos actuales han dejado ver, es difícil asegurar que existe una lengua natural "superior". Lo que es más, es aún más difícil asegurar que hay alguna relación condicional entre lenguaje y pensamiento. Si bien, ha habido algunos descubrimientos sobre memoria y cognición (como en el campo espacial con los trabajos de Stephen C. Levinson) una persona puede llegar a modificar sus “costumbres lingüísticas” para adaptarse mejor a nuevos ambientes. El lenguaje muta, como muta nuestro contexto. Si no es así, o perece la lengua o perecemos nosotros.

Una serie de conferencias siguieron a Quijada por distintos puntos de Rusia y Ucrania. Hubo un punto en su gira en la que lo acompañó el periodista Joshua Foer en una conferencia a personas que les interesaba “la transparencia lingüística”. En medio de las discusiones y las preguntas propias de cualquier grupo de lingüistas, les llamó la atención un miembro del público. Se presentó como Igor Garkavenko. Por su contacto con Joshua, les informaron que a quien tenían enfrente resultaba ser miembro de un grupo de rebeldes llamado “Ukrainian Peoples Revolutionary Army”. Este personaje fue llevado a prisión en 1997 por bombardear oficinas de asuntos políticos y culturales ucranianos, así como un centro cultural israelí.

El discurso de aquel individuo, junto con el de los institutos sobre psiconetica que lo rodeaban no era tan distintos. Perseguían la perfección de la mente humana para, en algún momento, dar cabida a una super raza de seres humanos que restablecieran el poder en Rusia. Después de rastrear esto, Quijada no pudo sino tratar de evitar cualquier nuevo contacto con este grupo.

Una aventura que terminó con un profundo agradecimiento por las oportunidades de exponer su trabajo, pero con la advertencia de que cualquier conocimiento puede ser usado de distintas maneras. Ningún conocimiento se salva de esto, ni siquiera las lenguas construidas o LingCong, abreviación usada por su forma en inglés. En el momento en que una lengua es usada por una comunidad, la lengua pierde “formalidad”. Muta a placer de la gente y del uso. Adquiere rasgos culturales, un pulso, sangre y ritmo. Vive. Y entonces, deja de ser algo que se pueda controlar desde alguna cúpula intelectual.

Inspirado en el trabajo de Foer, J. (2012) Utopian for beginners. New Yorker 24 & 31, 86-97.

Desnudo bajando una escalera nº2. M. Duchamp.


Manuel Sánchez. Licenciado en Sociología y Ciencias de la Comunicación UABC. Maestro en Lingüística por la UNISON. manuel.wortens@gmail.com.
 
 

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