Se ha vuelto común encontrar en internet y redes sociales notas asociadas con escándalos en cuanto a cuestiones relacionadas con la morbosidad de lo cotidiano en cuanto a los cuidados infantiles que requieren un grado de desnudez.
Algo de esto tiene que ver con cosas que se discuten, por ejemplo, acerca de la lactancia materna y sus supuestas prohibiciones en espacios públicos, gobernantes y personas que se muestran resistentes ante la idea de que una mujer pueda sacar una mama (así, sin acento) de la blusa para hacer aquello para lo que están hechas las mamas por naturaleza que es amamantar a su bebe, práctica que es completamente saludable y que desde diferentes trincheras se defiende a capa y espada precisamente porque no hay fórmula que iguale los nutrientes biológicos y psicológicos que otorga.
Otro ejemplo es una noticia reciente acerca de una familia en la que el hijo pequeño, enfermo de salmonelosis, y su padre, en un intento de bajar la fiebre y además no mancharse ambos de vómito y diarrea, pasan horas sentados en la regadera y la madre toma y comparte una foto de sus cuerpos abrazados y desnudos (sin mostrar órganos sexuales) deseando compartir la ternura que sintió al ver a su esposo siendo un padre amoroso. La censura no fue por mostrar la imagen de un menor que no tenía voz ni voto en compartir su imagen desnuda, sino porque se le mostraba el cuerpo desnudo del padre al niño.
Cosas como estas abundan y sobre todo cuando se trata del padre bañando a su hija pequeña en otra nota en la que él mismo responde que no hay nada asqueroso en que sea él quien lave los órganos sexuales de su hija, sino por el contrario, hay mucho de malo en que nadie lo haga y algo de injusto en que sea siempre la madre la que lo hace.
Estos sucesos y lo que se comenta en redes sociales y da vida a tanto alboroto es resultado de que hemos malentendido de qué se trata la sexualidad, ligándola necesariamente al morbo y al coito (visto además como una cosa mala) cuando no nos encontramos limitados a ello para expresarla. Ella es parte de muchísimas de nuestras manifestaciones más íntimas y no por eso ligadas al coito incluso al interior de la relación de pareja.
Hemos dicho antes que la reproductividad esta inevitablemente ligada a la sexualidad y de ella se desprende que el cuidado y educación de esta, que es una de las partes más delicadas de una persona, empiecen ideal y adecuadamente en casa al ritmo de los niños y no al de los miedos y prejuicios de los adultos.
El amamantamiento, el baño y la desnudez familiar en general son temas que aun hoy causan controversia porque se nos ha hecho ver y consumir coitalidad (malentendida, dicho sea de paso) y morbo en donde no tendría que haberlo, aun cuando la sexualidad no se desprenda jamás de nuestro diario hacer. Obviamente de este, a veces, delgado límite es que surge la necesidad de crear normas y cuidados para la prevención del abuso sexual infantil que es una realidad que no intento desaparecer con este comentario.
Una mama (sin acento) desnuda que no es objeto de consumo comercial y/o masculino es tan censurable como la que sí lo es según los preceptos que sacan de contexto el hecho de que el comportamiento de una mujer que amamanta dista mucho en ese momento de ser sexualmente provocador en su intencionalidad. La provocación la tenemos insertada social y comercialmente.
Un hombre que asume su rol de padre y baña o cuida solo a sus hijos está bajo el escrutinio de la avasallante estadística que dice que la inmensa mayoría de los abusadores sexuales son los padres o parientes cercanos hombres. A esto se le suma que los estereotipos de género son crueles separadores sociales entre padres e hijos porque muchas de las conductas de cuidado hacia ellos son socialmente aceptadas y esperadas solo desde la madre. A esto se le agrega el entendimiento de que “el hombre solo piensa en ‘una cosa’” y la ecuación termina por una expectativa de terror.
Obviamente se trata esto último de un tema delicado y no se puede generalizar, pues cada circunstancia habla por sí misma y de verdad existen algunas que si son terribles. Pero ¿qué pasa con las que no lo son ni lo intentan?
Sigue siendo materia a revisar y discutir nuestra propia actitud hacia cuestiones que son tan naturales como la vida, tales como aquellas que están ligadas a la desnudez total o parcial de padres o madres e hijos o hijas y que no tienen nada que ver con el coito sino con su cuidado y las reglas que deben existir para ello.