Los números no mienten. Son fríos, insensibles, desapasionados. Contundentes, pues. La pasada elección del 5 de junio nos heredó de esos números que desnudan realidades. De esos números que no saben de excusas, de pretextos, de triunfalismos estériles.
Los números de la elección precisaron que a la mayoría de los ensenadenses les importó un comino salir a votar. Que ni los candidatos de partidos, ni los independientes, lograron permear en el interés de más del 60 por ciento de los facultados para sufragar.
Que los discursos y las banderas de campaña no convencieron a la mayoría. Literalmente no los pelaron.
Los números de la elección evidenciaron que sumados los votos en contra, la mayoría de los que acudieron a las urnas querían un cambio de partido al frente de la alcaldía, que al PAN lo respaldaron poco más del 20 por ciento de los votantes, y que Omar apenas convenció a una cuarta parte de los asistentes a las urnas.
Números, decía, son fríos, insensibles, desapasionados. Los discursos, las excusas, los pretextos, esos se cuecen aparte.
Y ciertamente, los números ponen a cada quien en su lugar.
Las elecciones se ganan con votos y los votos se cuentan. Se cuentan nada más.
Los análisis, las interpretaciones y las reflexiones pasan a segundo término. Igual que las especulaciones. Igualito. En un sistema político como el nuestro, se gana por mayoría simple. Un voto es suficiente para determinar triunfos y derrotas.
En el caso específico de Ensenada, al momento del conteo de votos no se tomó en cuenta si los candidatos fueron buenos o malos, si votaron más mujeres que hombres, si votaron los jóvenes, los que estudian o los desempleados.
Tampoco si a Novelo le jugaron "chueco" muchos priistas, si a Loyola lo hizo perder Mancillas, si a Omar le respaldaron políticos resentidos o si a Rocío le salieron muy caros los votos a su favor.
Todo esto y mucho más que ocurrió al calor de esta elección, va a parar al cesto de las conjeturas personales y la especulación. Solamente el que votó sabe por
quién y por qué lo hizo. Nadie más. Los números, sí, sólo los números ponen a cada quien en su lugar.