A través del tiempo que llevo dedicándome a la sexología he observado diferentes fenómenos que han implicado dificultades importantes al momento de promover una educación integral de la sexualidad, es decir, que incluya algo más que anatomía, métodos anticoncepivos e infecciones de transmisión sexual o si acaso las formas “correctas” de estimular los órganos sexuales, y también al momento de intervenir en situaciones muy particulares en el desarrollo de la práctica sexual y las relaciones de pareja.
Entre estas dificultades están obviamente los conocidos mitos y tabúes de los cuales hemos hablado en algunas ocasiones, si bien no hemos hablado de todos, que generan además actitudes que van desde el no querer saber al respecto porque tenemos una idea persistente de que saber sobre sexualidad es algo malo (y sin embargo es una de las búsquedas más frecuentes en internet), hasta la de que ya sabemos lo que hay que saber porque ya tuvimos hijos o hemos tenido una relación por una cantidad de tiempo que nos da para pensar que es estable o que está en los términos adecuados para nosotros.
A veces cometemos el error de pensar que la educación de la sexualidad se limita a una serie de conocimientos y estas actitudes descritas anteriormente están ligadas con esa idea. La cuestión es que dejamos de lado que la verdadera educación implica una serie de modificaciones en el pensamiento y con ello de las acciones, aptitudes y actitudes que tenemos en cuanto a nuestra sexualidad.
Algo que buena parte de nuestra historia nos persigue es la forma en la que nos enseñan a expresar o no expresar el amor, así como los mitos e ideas románticas o adustas acerca del hecho mismo de amar y ser amados o amadas.
No olvidemos que el amor es un factor medular del ejercicio de la sexualidad, y de verdad es dramáticamente infrecuente que cuando hablamos de anticonceptivos o anatomía sexual también tengamos la disposición de formar un enriquecimiento en cuanto al ejercicio del amor. Esto es resultado de que como sociedad tenemos esta parte de nosotros bastante relegada en ciertos sentidos.
Decimos que amamos, pero en nuestra estructura social, laboral, institucional, legal, etc., queda muy poco espacio para poner esta parte importantísima y prioritaria de nuestra vida.
Antes que ejercer el amor está el trabajo, el dinero, las redes sociales (que algo dejan observar en cuanto a nuestra forma de hacerlo pero poco tienen que ver con realmente hacerlo), los compromisos externos y que en muchas ocasiones son impostergables. Desde luego esto no es culpa de nadie, las exigencias nos arrastran. ¿Qué hacemos para cambiar eso cuando nos damos cuenta?
Además de la priorización están las diferentes formas en las que entendemos que el amor debe ser dependiendo de quien se trate el ser amado: “Si me ama debe: obedecerme, atenderme, entenderme, escucharme, cuidarme”. ¿Cuánto nosotros nos preocupamos por dar esto a nuestras personas amadas?
Aclaro que este punto en particular es muy personal y de cada relación, y la idea no es desarrollar un comercio de “si me das, yo también te doy” como dice la canción. Tampoco la idea sería hacerlo de forma incondicional y perfectamente constante porque las emociones humanas no lo son, y las acciones también dependen de una serie de factores internos que aunque no nos demos cuenta están en constante cambio.
A lo que intento llamar erotofobia social es precisamente a esta falta de prioridad, a estas ideas que de repente pueden ser falsas acerca de cómo ejercer el amor, e incluso son lo contrario, y que son reforzadas por nuestra familia, las películas, las canciones, las instituciones y en general por un sistema social que intenta manteneros bajo control.
En esto estriba lo que he comentado antes acerca de por qué la sexualidad es nuestra necesidad humana de donde nacen tantos métodos para eso. Es la única de la que “no nos morimos” si no cumplimos. Efectivamente nuestra acta de defunción no dice eso, pero dice otras cosas relacionadas con la salud que tienen que ver con el amor, la sexualidad, el estrés y otras cosas que no nos tomamos tan en serio como cumplir con lo que socialmente se nos solicita en pos del “éxito”.
Otra evidencia de que el amor es poco entendido o tomado en cuenta, son las reacciones que como sociedad tenemos ante ciertos fenómenos como el hecho de que existan personas que se relacionan en diferentes niveles con personas de un género, sea el mismo o el otro, la falta de tolerancia de la que hablamos en la nota anterior, los asesinatos y la violencia que existe en tantos ámbitos relacionados con la sexualidad, etc.
Si promovemos nuestro sano ejercicio del amor dentro y fuera de nuestra área sexual, estaremos un paso más adelante para tener una sexualidad más sana, plena y completa que si aprendemos un montón de posiciones (que a nadie le sobran).