A sus casi diez años, Estefanía ingresó aquella mañana del 17 de noviembre de 2013 herida de muerte a la sala de urgencias de un hospital. Minutos después fue declarada muerta.
De esa tragedia que nos movió y conmovió, ya están a punto de cumplirse tres años. Sí, tres largos años.
De esa tragedia las autoridades generaron dos órdenes de aprensión en contra de las presuntas responsables. La madre de la niña y una funcionaria del sistema educativo.
Las detenidas, con base en las averiguaciones efectuadas, le causaron daños físicos a la menor que luego derivaron en su fallecimiento. Que no era la primera ocasión en que la agredía, se dijo.
El caso de Estefanía se escapó de nuestras fronteras; medios nacionales e internacionales dieron cuenta del suceso y de la indignación.
El reclamo de justicia saltó a las calles de Ensenada. Cientos de personas como pocas veces se había visto llegaron hasta las instalaciones de la PGJE para reclamar la captura de las responsables.
Que la muerte de Estefanía no quedará impune era el clamor, la exigencia, el reclamo.
Han pasado casi tres años de la muerte de Estefanía. Tres largos años.
Tres largos años de muchos silencios y demasiadas dudas. De sentencias, nada. Ni por asomo.
El silencio se ha vuelto protagonista. Sí, el silencio que encubre, que solapa, que protege. El silencio que se vuelve polvo y cómplice.
Aquel 17 de noviembre de 2013 Estefanía ingresó moribunda al hospital. Sus sueños de niña, si es que los tuvo, ahí se esfumaron.
Y es que lo de ella, a sus diez, fue drama, calvario y sufrimiento.
Han pasado casi tres años. Tres largos años. Y aunque el tiempo es una losa que se vuelve lastre y atadura, el recuerdo de y por Estefanía se mantiene vivo.
Vivo y reclamante de justicia.