Anualmente, en el Mercado Central Mayorista de Kanazawa de la isla de Honshu, Japón, se desarrolla una subasta sui géneris, se trata de la oferta de una de las frutas más valiosas del mundo, la uva Ruby Roman, una variedad de uva de mesa cultivada y comercializada exclusivamente en el territorio de este país del sol naciente. La historia del cultivo de esta variedad empezó en 1995, y se requirieron 14 años de mejoramiento para alcanzar el nivel de calidad que goza actualmente. Desde su inicio, ha estado bajo la custodia del Centro de Investigación Agrícola de la Prefectura de Ishikawa; el peso de cada uva, el color, el porcentaje de azúcar y el grosor de la piel, forman parte de la exigencia de la calificación.
Para alcanzar la distinción de Premium, cada grano de uva debe pesar como mínimo 20 gramos (el tamaño de una pelota de ping pong), en el año 2010 se certificaron seis racimos, quedando desiertos de certificación de 2011 a 2013. Para fortuna de los conocedores del buen comer, los últimos tres años sí se ha logrado producir uvas categoría Premium. En la subasta, el precio de cada uno de los racimos (de 30 granos de uva aproximadamente) comenzó alrededor de los 4,000 euros, y para asombro de la mayoría, el año pasado el racimo Premium ganador alcanzó la puja de los 9,850 euros; el comprador es un mayorista de frutas, quien comentó que lo utilizaría con fines publicitarios (¿y para comérselas?).
Existen muchísimas enseñanzas en esta historia de la uva Ruby Roman, ya que nos muestra cómo un pueblo tan carente de territorio y de recursos naturales, puede superar sus deficiencias gracias a la visión, la dedicación y la tenacidad de su gente, en cambio nosotros, que tenemos todo, seguimos quejándonos por tener un “loco” en la presidencia de nuestro vecino del norte.