A la mayoría de las personas adultas nos ha sucedido que sentimos atracción hacia una persona de forma aparentemente inexplicable. Esta inexplicabilidad en parte se debe a que le damos mucha importancia en este tema a la parte visual o si acaso a la auditiva del asunto, pero poco nos acercamos a un elemento que según Patrick Süskind, autor de la novela literaria “El Perfume”, deja poco o ningún rastro en la historia de la humanidad: los olores. Por otro lado, la atracción hacia una persona se debe además de las feromonas, a otros factores psíquicos inconscientes que están conectados con nuestra historia personal, pero de momento nos iremos solo hacia estas traviesas sustancias.
Durante muchos años en la historia de la humanidad y la ciencia nos hemos peleado con la idea de si somos animales o no a pesar de las evidencias. Somos primates y nuestros comportamientos son similares en ciertos sentidos y las formas que tenemos de atraernos entre los de nuestra especie no son la excepción.
En 1959 los doctores P. Karlson y M. Lüscher fueron los primeros en definir la palabra feromona, que proviene del griego y significa “llevar excitación”. Son sustancias que influyen en individuos de la misma especie y pueden regular la maduración y atracción sexual, entre otras cosas.
En 1986 la Dra. Winnnifred Cutler, especialista del comportamiento humano, y su equipo de investigadores encontraron que el ser humano libera feromonas que comunican el estado de salud y de ánimo así como la disponibilidad o compatibilidad sexual y reproductiva. Incluso menciona que estas sustancias son parte de la explicación del por qué algunas mujeres que tenemos una convivencia cercana menstruamos al mismo tiempo. De la misma manera nuestros ciclos menstruales se ajustan y los síntomas de la menopausia se suavizan cuando tenemos contacto con las feromonas masculinas de nuestra pareja de ese sexo contenidas en el sudor y otras sustancias del cuerpo.
Desde luego nuestras reacciones y comportamientos relativos a estas sustancias han ido evolucionando con nosotros y hemos venido perdiendo la sensibilidad a percibir las feromonas emitidas por nuestra especie por un lado, y por otro existe toda una cultura que nos dice que nuestros olores naturales son feos y hay que esconderlos y reprimirlos con desodorantes, perfumes y otros productos. Con todo y eso, la naturaleza ha sabido seguir su curso y las feromonas están presentes en nuestros olores corporales con todo lo que implica.