Según la organización de las naciones unidas para la agricultura y la alimentación FAO, “Se pueden considerar orgánicos aquellos alimentos que se producen con la agricultura orgánica, que es un sistema que evita las posibles repercusiones ambientales y sociales, eliminando la utilización de fertilizantes y plaguicidas sintéticos, medicamentos veterinarios, semillas y especies modificadas genéticamente, conservadores, aditivos e irradiación. En vez de todo esto se llevan a cabo prácticas de gestión específicas para que la tierra se mantenga e incremente su fertilidad a largo plazo, así como impedir la propagación de plagas y enfermedades”.
Los alimentos orgánicos suelen ser más caros que sus equivalentes comunes por tener un alto costo de producción: cosecha, elaboración y transporte, porque la cadena de comercialización es en cierta forma ineficiente y también porque se manejan volúmenes relativamente pequeños.
Se espera que conforme aumente la demanda de los alimentos orgánicos, la innovación tecnológica y la economía de escala deberían reducir pronto los precios para nosotros, los consumidores. Es importante que estemos conscientes que el cultivo de los alimentos orgánicos protege el medio ambiente, evitando la contaminación, representa un mayor bienestar para los animales, eliminando los riesgos por la manipulación inadecuada de plaguicidas. Y por último, representa un mayor desarrollo en el campo a través de la creación de trabajos agrícolas y de esa manera se puede asegurar un mercado justo para los productores.