En algún momento habíamos hablado antes en este espacio acerca de cómo es que los horarios y presiones laborales influyen principalmente para mal en la sexualidad de los trabajadores mexicanos. Sin embargo, el fenómeno de la sobrecarga laboral es cada vez más difícil de evitar para quienes tienen un empleo en contraste con las cantidades crecientes de desempleo también a nivel mundial.
Recientemente un estudio llevado a cabo por la Asociación Japonesa de Planificación Familiar, reveló que las parejas casadas en Japón mantienen cada vez menos relaciones sexuales y el número de personas adultas que no han tenido relaciones sexuales en su vida va en aumento.
Generalmente la primera causa que se nos ocurre para dejar de tener relaciones entre las parejas establecidas es la rutina o la costumbre que típicamente afectan el deseo con el paso del tiempo. Sin embargo, el estudio ha revelado que la caída de este fenómeno humano va en un declive nunca antes visto que se ha venido pronunciando desde 2014.
Se entrevistaron a tres mil personas entre 16 y 49 años. De ellos, 655 encuestados estaban casados; 47.3% de los hombres no había tenido relaciones sexuales en el último mes, frente a 47.1% de las mujeres. Muchas parejas afirmaron haber gozado de apenas dos o tres encuentros en un lapso de seis meses.
El 35.2% de hombres dijo que la falta de sexo era producto del “agotamiento por el trabajo” y el otro 12.8% declaró que veía a su esposa más como un miembro de la familia que como una compañera sexual. Entre las encuestadas, 22.3% afirmó que el encuentro erótico era una “molestia” y 20.1% que la intimidad había disminuido luego del parto.
Es importante resaltar que aunque estos son datos numéricos y no lo dicen todo, puede verse una alarmante disminución en la búsqueda de un placer que puede dar calidad y sensación de bienestar a las personas más allá de lo que pueden hacerlo los extendidos horarios o logros laborales.
Cuando caemos en la tentación de creer que es normal que el deseo se pierda hasta estos extremos entre las parejas, estamos también haciéndolo ante la cultura que deja el placer para después como si se tratara de un lujo inalcanzable o que se debe dejar para después de “lo importante”, tanto como la supuesta felicidad de la que se nos habla a través de lo material y poco de lo espiritual.
El estudio habla de que las jornadas laborales a las que se someten los japoneses apenas les permiten ir a dormir a sus casas para continuar trabajando. Esto cada vez es menos diferente de las jornadas a las que se someten personas alrededor del mundo por la obvia necesidad económica, además de la presión social de mantener un puesto o logros materiales más allá de lo sensato.
Esto necesariamente lleva a las personas a dejar de pensar en el placer de vivir, de divertirse, tomar sus alimentos en paz, pasar tiempo con su familia, porque eso se considera una “pérdida de tiempo”. Si traducimos eso al área de la sexualidad, podemos concluir que el tiempo que se le dedica a la pareja es cada vez más reducido, y hemos hablado también de la importancia vital que el tiempo tiene para mantener la relación de pareja saludable y sostenida en algo más que un acuerdo socio-económico. Y ya no digamos mantenerla, sino construirla, llegar a conocer a alguien o enamorarse con las barreras típicas de nuestra época como la tecnología que supuestamente nos acerca pero en realidad nos mantiene más domesticados que antes de la revolución sexual.
La investigación japonesa anteriormente citada encontró que entre los solteros de 18 a 39 años, 47.9% de los hombres y 52.9% de las mujeres nunca había tenido relaciones sexuales. Eso sería la mitad de aquellos que no han tenido una relación estable en su vida (incluso mayores de 35 años).
Estos datos se agravan cuando se compara el aumento en la tasa de suicidios, y no es que decidan quitarse la vida porque no tienen sexo: lo llegan a hacer porque no les satisface su existencia en general, lo cual incluye la cuestión afectiva y sensual. Recordemos que tenemos un grupo de necesidades básicas: respirar, comer, beber, orinar, defecar, dormir, y por mucho que nos resistamos a creerlo, las relaciones sexuales están en esas aun si no morimos inmediatamente después de una semana, un mes o un año sin tener relaciones sexuales.
Con esto no quiero entrar tampoco en la obsesión de nuestra época con que a fuerzas hemos de tener relaciones, pues eso es lo que nos dicen muchas revistas, programas de televisión y demás cuestiones de repetición masiva de mensajes sin digerir. Se nos bombardea con que el hecho de no sentir deseo nos hace raros, y por tanto inadaptados a la nueva “época sin tabúes”, donde uno de los principales es sentirnos mal por no tener deseo, lo cual puede ser una respuesta adaptativa a nuestra sobrecarga laboral, la mala construcción de nuestra relación de pareja, entre otras cuestiones.
Entonces, más allá de ir a tener relaciones que tal vez no deseamos tener por cansancio, a resignarnos a no tenerlas porque al cabo todo mundo vive igual, la idea sería ponernos a ver nuestro propio panorama y saber qué es lo verdaderamente importante para comenzar a trabajar en una vida que esté más equilibrada y de acuerdo a nuestras propias necesidades.
Obviamente las realidades laborales son muy exigentes y cada vez tenemos menos opciones, pero en nuestra propia vida ¿Qué podemos hacer para que no nos deshumanice esta maquinaria social? ¿Qué podemos hacer para que trabajar y tener una vida, una familia y una pareja no sea de plano incompatible? ¿Qué podemos hacer para que nuestras necesidades humanas no queden hasta abajo en nuestra lista de prioridades?