Hace dos semanas comenzamos hablando de Xochiquétzal, diosa mexica de las flores, el amor, el placer amoroso, la fertilidad y las artes, relacionada con la sexualidad femenina joven, libre y prehispánica. Comentábamos entonces que la sexualidad femenina madura era representada por la misma cultura en Tonantzin, que en náhuatl significa “nuestra madre venerada” o “Nuestra Señora”, como luego los católicos llamaron a la Virgen María.
A Tonantzin se le relaciona con Quetzalcóatl, en algunas ocasiones como su madre y en otras como su esposa, y no es un error pues se trata de una dualidad que se encuentra en otras mitologías tanto o más antiguas que la mixteca, pues no se trata de una casualidad o de alusión al incesto, sino que lo que en otras culturas es simbólicamente el cambio y maduración del Sol y la Luna, acá es la evolución de la visión en cuanto a las relaciones de género conforme nos vamos desarrollando, por explicarlo muy brevemente.
Tonantzin tiene diferentes nombres y formas, y se le conoce en la cultura mixteca como la señora de la maternidad y las hierbas medicinales, del nacer y del fallecer, de las parteras, de los cirujanos, de los remedios para abortar, de la agricultura, de la fecundidad, del sustento, de la sustancia y de la creación.
Por su lado, Quetzalcóatl, considerado como “La Serpiente Emplumada”, representa la condición humana en su dualidad, siendo la serpiente el cuerpo físico y las plumas la parte espiritual. También es un Dios Supremo, dual o polar porque de la misma manera que crea el mundo, también lo destruye, aunque la parte destructora es más bien conocida como Tezcatlipoca.
Con todo esto, podemos pensar en que para la mitología mixteca, la creación y destrucción del mundo siempre estarán acompañadas del impulso creativo y reproductivo de la sexualidad, sentido mismo que ha sido reproducido en religiones posteriores de esta parte del mundo y de otras, entre ellas está la católica.
En el Tepeyac existía un templo de adoración para ella que fue destruido durante la Conquista de México junto a muchas otras riquezas culturales de lo que ahora es nuestro país. Aun así, monjes franciscanos reconstruyeron una capilla para ella, madre de todos los dioses, en el mismo lugar donde ahora está la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe a quien predicadores también llamaban Tonantzin hasta 10 años o más después de la conquista.
Los historiadores aun debaten si los conquistadores españoles decidieron utilizar el culto a Tonantzin como base para desarrollar el culto a la Virgen de Guadalupe, y existen personas que la consideran la misma deidad, existiendo aun hoy el culto a Tonantzin-Guadalupe en practicantes indígenas de religiones mesoamericanas.
Sea como sea, tanto Tonantzin como Xochiquétzal son símbolos de la feminidad tan antiguos como su cultura y que representan el lugar de la sexualidad en al menos dos formas que son críticas en la imagen de lo que socialmente se espera de las mujeres de forma profundamente arraigada: la joven seductora y la madre. Ambas, figuras claves del curso de la creación junto a sus compañeros masculinos, cuyas historias conjuntas son representación simbólica de las cosas que nos pasan independientemente de la época, cultura y lugar, y por eso es tan importante tener al menos una noción de ellas.