Para comprender el presente, hay que conocer y aceptar el pasado. Quien no mira atrás difícilmente entenderá el presente. Y no podrá construir su futuro.
Los Mexicanos a través de la historia no hemos sido muy amigables con los migrantes, pese que siempre nuestros gobiernos se ha distinguido por criticar en otros gobiernos sus políticas contra la inmigración de mexicanos hacia esos países, especialmente a Estados Unidos.
El 10 de mayo de 1887, durante el Gobierno del General Porfirio Díaz, (1877-1911) llegaron los primeros inmigrantes japoneses; un grupo formado por 35 personas que fundaron la Colonia Enomoto en Acacoyaqua, Chiapas donde se establecieron convirtiéndose en la primer migración de japoneses hacia América Latina. Este primer intento migratorio, no tuvo el éxito esperado, pero fijó la base de las incursiones de inmigrantes japoneses hacia México.
Un artículo de la época señalaba: Con motivo de este proyecto de inmigración de colonos japoneses, se han vuelto a repetir los viejos argumentos que una parte de la prensa ha venido publicando hace varios años para oponerse a la importación de ¨mercancía humana¨ en la república, siempre que esta mercancía no reúna las elevadas condiciones morales, intelectuales y estéticas soñadas por algunos, publicistas periodistas y políticos.
Pero en el presente nos ha llamado la atención que se designe a los hijos de Japón con un despreciativo desdén en los momentos en que el mundo civilizado ha quedado sorprendido ante los progresos realizados por este honorable país, uno de los que más rápidamente ha encaminado su desarrollo-¿Cómo explicaros que se les llame raza apática, ignorante y poco apta para el progreso moral y material del país?¡ Apático, poco apto y desprovisto de inteligencia , un pueblo que hace temer a Inglaterra que le sean arrebatadas los mercados de consumo del extremo Oriente, que ; Japón cuenta con más de 70, 800 telares , dispone de mejores fábricas que en Europa y en el cultivo del algodón tiene materia prima para continuar floreciendo su industrialismo! ¡Y a esto se le llama por nuestros políticos una inmigración nociva! ¡Por Dios, no nos pongamos en ridículo!
Otro argumento era el escaso jornal que se habrán pagar a estos colonos que establecería una competencia ruinosa a los trabajadores nacionales.
En virtud de este criterio un grupo parlamentario proponía en la reunión de países industrializados, que se gravara la importación de cada “cabeza de obrero|”, comparándolo con el gravamen de las cabezas de ganado.
Nuestros salarios son tan mezquinos que no hay que tenerle miedo a la competencia cuando todos sabemos que la cantidad recibida por nuestros braceros no llega al límite preciso de sus más apremiantes necesidades.
En materia de inmigración es indispensable que nos despojemos de prejuicios, como el de la competencia a nuestros trabajadores nacionales, estos argumentos harán reír a cualquier pensante de economía, ¡Porque no se les pide a esos parlamentarios, publicistas, y periodistas que se les prohíba consumir y traer mercancía importada porque su introducción si es una competencia al trabajo nacional (El mundo ilustrado 1901).