Para comprender el presente, hay que conocer y aceptar el pasado. Quien no mira atrás difícilmente entenderá el presente. Y no podrá construir su futuro.
En 1896 el General Porfirio Díaz ordeno retirar de la parroquia de Dolores la campana de la independencia para que fuera trasladada como sagrada reliquia de la patria a la capital del país, dando un nuevo toque de patriotismo a la fiesta de independencia.
Sabedor que la campana no fue tocada por don Miguel Hidalgo sino por el acolito encargado del campanario, colocó la campana y el cordel cerca del balcón presidencial.
Los cronistas de la época narran que algo que precedió a los festejos de la Independencia fue la jura de bandera que se efectuó el día 14 de septiembre en la mañana en el Paseo de la Reforma, en atención a que los batallones 21 y 25 de infantería habían cumplido los diez años que la ordenanza previene para el uso de su bandera.
La jura se realizó frente a muchos jefes y oficiales que iban acompañando al presidente Díaz, quien se presentó en uniforme y en carruaje abierto, acompañado del Secretario de Guerra y Marina, General Escobedo invitado especial.
Llegada la comitiva el General Cueto, Jefe de Batallón, despidió la bandera usada y enseguida se entregó la nueva por el General Díaz, lábaro que conforme al nuevo decreto era cuadrada de noventa centímetros por lado de seda y con el escudo mexicano.
El 15 de septiembre de 1896 a las 8 de la noche, el Zócalo mostraba toda una nueva iluminación consistente en estrellas multicolores, portadas y arcos con haces de luz. A las 10 de la noche se reunieron en la avenida Juárez más de 2,000 hombres de la clase trabajadora los cuales recorrieron la avenida con antorchas, faroles y estandartes, llegando cerca de las once de la mañana a un extremo de la Plaza de la Constitución; la multitud era enorme y llenaba la plaza.
“A las 11 de la noche en el balcón hermosamente decorado con la campana de Dolores ya instalada, apareció el señor Presidente acompañado de sus Secretarios de Estado, y una gran comitiva del Ayuntamiento. Como por encanto cesaron los murmullos y con un solemne silencio el señor General Díaz, tremolando la bandera nacional hizo sonar el histórico bronce, sonido al cual siguieron vítores, fuegos pirotécnicos, soltaron globos y continuó con el repique general de campanas y diseminada por las calles la multitud entusiasmada continuo el jolgorio”.
Con este acto dio el inicio de la tradición de dar el grito de independencia en los balcones presidenciales de los gobiernos estatales, municipales, y el palacio nacional.