En mi entrega de la semana anterior describía, brevemente, la ocurrencia del señor Secretario de Educación Pública, Carlos Lerdo de Tejada en 1930, que decidió remplazar a Santa Claus con Quetzalcóatl. Unos días después del mencionado evento fue nombrado por el Presidente de la Republica, Pascual Ortiz Rubio, como gobernador del Territorio Norte de Baja California.
Poco tiempo estuvo en ese puesto, (27 de diciembre 1930 a 7 de noviembre 1931), alrededor de 10 meses y una semana tiempo suficiente para quedar en los anales históricos por actos no necesariamente extraordinarios sino más bien penosos.
Para ilustrar esta reseña debo de mencionar que en 1923. Siendo gobernador de este territorio el Gral. Abelardo L. Rodríguez decidió construir, en el lugar conocido como La Rumorosa un centro turístico y militar denominado Campo Alaska. También ahí se construyó una finca veraniega para trasladar allí las oficinas y la residencia distrital durante los meses de calor en Mexicali. Las tropas militares guarnecieron en un cuartel también se construyó una escuela.
Los sucesores de Rodríguez fueron: José María Tapia Freydig por 8 meses. (3 de enero-3 de septiembre de 1930) y Arturo M. Bernal Navarrete por 3 meses y 3 semanas, (3 de septiembre a 27 de diciembre de 1930) ninguno de ellos sintió que el uso veraniego del Campo Alaska era apropiado y quedo en abandono.
Trejo noto el desuso del mencionado sitio y se le ocurrió convertirlo en manicomio para ello escribió al Presidente Ortiz Rubio: “En el centro de la ciudad [de Mexicali] estaba situado el Hospital Civil en completo abandono. En él se encontraban asilados dementes, enfermos de lepra, de tuberculosis y otras enfermedades infecciosas: muchos de estos enfermos dormían a la intemperie, pues no había camas bastantes. Para retirarse del centro de la ciudad este foco de infección se aprovechó la casa del Gobernador construida en La Rumorosa, estableciendo allí un lazareto y un manicomio al cual fueron trasladados los enfermos del Hospital Civil y en donde se encuentran en mucho mejores condiciones.”
Debo detallar que esta acción fue puramente dictatorial. Trejo no solicito permiso alguno. Se buscaba crear un lugar para "locos, idiotas, imbéciles o los que sufran cualquier otra debilidad, enfermedad o anomalía mentales". En este lugar se concentraron enfermos “incurables” (Lepra y tuberculosis, entre otras)
La justificación del gobernador fue que este lugar estaba lo suficientemente aislado y que “por ese camino, casi nadie transitaba)
La calidad de vida en ese lugar era miserable. Capacidad para 40 pacientes. En 1935 la Revista Minerva de José Castanedo publicó un desplegado donde criticaba “las pésimas condiciones en que se encuentra el sanatorio “, su “cruel criminal abandono” , decía que los pacientes eran "infelices enfermos de enajenación y de tuberculosis que para su mayor desgracia han sido recluidos en la sierra" y, continuaba, “Protestamos por la falta de alimentos adecuados, abrigos, cobijas, colchones y demás ropa propia de un establecimiento de esta naturaleza; quedando expuestos los enfermos a aumentar sus males por el hambre y el frío riguroso que se siente en esta región elevada, o pereciendo antes de tiempo, así como también por falta de doctor y medicinas. Protestamos contra los robos de ropa y provisiones de boca, consumados anteriormente y descubiertos hasta ahora ignorándose quién será el ladrón o ladrones que hayan dispuesto de esas remesas o el destino que se les haya dado, lo cual resultaría indebido, pues la caridad fue hecha exclusivamente para el sanatorio de La Rumorosa”
El clima no ayudaba; la nieve cubría la Sierra de Juárez y los termómetros bajaron "a menos de cero. Y así pasan las noches largas los enfermos, acostados sobre los tambores de las camas desvencijadas sin colchones"
Por 27 años subsistió este infierno. Eran frecuentes las llamadas de aviso a la población en general que “ya se había escapado otro, u otros, “locos de la Rumorosa”, así pues, el nombre del lugar era sinónimo de manicomio y, por supuesto a los “locos” se les consideraba un peligro inminente para los habitantes de la región. Pocos eran quienes realmente se preocupaban por el abuso y la carencia de los más elementos cuidados y por las paupérrimas condiciones de vida de lo más inhumanas.
Adolfo López Mateos, en su gira de campaña por Baja California prometió el cierre del manicomio. Fue en diciembre de 1958 que el doctor Elihú Gutiérrez, secretario de Salubridad durante la gubernatura de Braulio Maldonado quien cerró las puertas de este ignominioso lugar.
Hoy en día el lugar es un sitio histórico y como tal el INAH lo tiene a su cuidado y se ha restaurado. Desde las herencias de los primeros pobladores hasta nuestros días. Un magnifico sitio de aprendizaje.