Hace menos de un año, en este mismo espacio, publiqué una reseña de este gran chef, hoy, lleno de tristeza, comparto un poco más de este singular personaje. Conocí por primera vez la obra de Anthony Bourdain en 2008, cuando impartía la clase de cocina asiática en la UABC, recuerdo que buscaba material didáctico por todos lados y encontré la serie “No Reservations” que se transmitía por el Canal Once, grabé los programas que pude y el día de hoy sigo conservándolos como un tesoro, porque no son los típicos programas Food and Travel que abundan en la televisión. En cada capítulo, Anthony Bourdain nos deja sentir cómo ve el mundo, y nos muestra cómo, a través de la comida se puede conocer a la gente de cada pueblo, él rompe con las clases sociales y la distancia geográfica.

A su paso por los restaurantes, saltó a la vista su rebeldía contra el status quo de la industria, convirtiéndose en un agudo observador que permitió humanizar a la industria restaurantera, nos demuestra que en cada platillo podemos oler una historia, a veces de alegría y muchas otras de una gran tristeza, nos muestra que la vida no es en blanco y negro, sino que está llena de matices y que además es un continuo viaje sin puerto de llegada.

“Me siento extraño por irme, no pertenezco aquí, pero no sé si sigo perteneciendo, como habrán notado, no soy un experto de los lugares que visito. No soy una autoridad, soy un visitante… un viajero, un entusiasta. ¿Te puedes sentir enriquecido y vacío a la vez? Viajar no es siempre lindo, no siempre es cómodo, a veces duele. Incluso te rompe el corazón. Pero está bien. El viaje te cambia. Debería hacerlo. Deja marca en tu memoria, en tu conciencia… en tu corazón y en tu cuerpo. Te llevas algo contigo. Y dejas algo bueno detrás. ¿A dónde iré a parar? ¿Cuál es mi próximo viaje? Ustedes lo saben tanto como yo”. Con este monólogo, nuestro querido chef concluyó un capítulo de “No Reservations” en Malasia.

¡Buen viaje Anthony Bourdain!