Y cómo no hacerlo si su tragedia se volvió la tragedia de todos, si sus torturas y vejaciones nos trastocaron y mutilaron los sentimientos.

Y cómo no hacerlo si se trataba apenas de una niña, de un angelito indefenso desprotegido y desamparado.

Casi cinco años después de su muerte (17 de noviembre de 2013), Stephania Davis González sigue sin encontrar el descanso.

Su tragedia y sufrimiento brinco a ese apartado donde las cosas pierden interés y se vuelven archivo; un caso más entre cientos que dan vida apenas a datos estadísticos.

Y es que la justicia parece caminar por un sendero opuesto al que debe, al suyo. Por un sendero donde el tiempo se convierte en polvo y el polvo en olvido.

Hace días pase a visitar la tumba de Stephania y apenas una rosa seca se mantenía fiel. El entorno árido y solitario, muy parecido como fue su vida.

Mire entonces las fechas impresas en la lápida de concreto y me di cuenta que Stephania cumplió ahí sus 15 años el pasado mes de enero.

El caso relacionado con su muerte sigue abierto en las instancias judiciales. De sus avances, de sus resoluciones, de los involucrados poco, por no decir que nada, se sabe.

En tanto, el tiempo sigue.

El 17 de noviembre Stephania cumplirá 5 años de muerta y el 27 de enero cumpliría sus primeros 16 de vida. O más bien de calvario.

De un calvario en vida y de un olvido que se vuelve seco y árido.

Como la flor de su lápida.