Cuenta Voltaire en su Essai sur maeurs, qué cierto día en que Hernán Cortés, pobre y anciano, trataba de acercarse al emperador Carlos V en suplica para que atendiera sus reclamaciones, durante muchos años desoídas, los cortesanos del emperador le impidieron entrar al palacio.
El gran conquistador de México, caído ya por aquel entonces en el total menosprecio de sus compatriotas, y casi por completo olvidados sus invaluables servicios a la patria, devoro con paciencia el ultraje y fue a situarse en la puerta del alcázar real confundido entre mendigo y pretendientes de baja estofa.
Salió la carroza que conducía al emperador, y Hernán Cortés, adelantándose hacia el estribo, intento entregar un memorial al monarca.
-¿Quién sois? –le pregunto Carlos V.
A lo que respondió Cortés con altivó y amargo acento:
-Soy un hombre que os ha ganado más provincias y súbditos que ciudades os legaron vuestros padres y abuelos.¨
Esta anécdota sirve para recordar el miserable estado en que se hallaba el insigne descubridor en las postrimerías de su vida, y al que llegó por efecto de las envidias é intrigas de otros generales, entre ellos el rencoroso Velásquez, quienes dieron buena maña para cegar, en el voluble corazón del emperador, las fuentes de la gratitud hacía el gran extremeño fundador de México.
Tal como dicen algunos cronistas e historiadores narrando como los monarcas han sido ingratos con los hombres cuyos servicios contribuyeron a dar esplendor a la corona,
Lo cierto es que entre Carlos V, y Hernán Cortés existió algo como lo menciona el padre Francisco López de Gomára. ¨Para que el emperador dejara morir en la miseria al que pudiéndose haberse ceñido de la corona de Moctezuma, la puso, con las inmensas riquezas de México, a los pies de su soberano, no fue por desconocimiento de los méritos de Cortes, sino por vengar un agravio; lo que, bien considerado, quizás es peor que la ingratitud¨.
El enojo del emperador fue que Cortes nunca le vendió, ni entrego a Carlos V parte del tesoro de Moctezuma llamado el tesoro de los dioses, del cual Cortes reservo para él cinco magnificas esmeraldas, las referidas piedras fueron talladas en ofrenda hecha por los emperadores aztecas a Vitzilpuchtli, dios de los ejércitos que las describiré en mi próxima aportación en Ensenada Net.
Para comprender el presente, hay que conocer y aceptar el pasado. Quien no mira atrás difícilmente entenderá el presente. Y no podrá construir su futuro.