Recuerdo que cuando era niño, un día antes de Año Nuevo, escuché a mis tíos diciendo que justo cuando iniciara el año 2000 un error en el sistema operativo de todas las computadoras haría colapsar al mundo. Al día siguiente amanecieron crudos, peleándose por un terreno y las computadoras no colapsaron.
También recuerdo, que cuando estaba en la secundaria, corría el rumor de que en el día 6 del mes 6 del año 2006 (666) vendría a la tierra el Anticristo y toda la humanidad sería juzgada por todos sus pecados. Todo ese día leí y releí el capítulo del Apocalipsis de la Biblia. Resultó ser un plan de mercadotecnia para promover una película de terror.
En el año 2012 estudiaba en la universidad. El ambiente político se ponía caliente. Era época de elecciones presidenciales. Todo el mundo andaba vuelto loco con eso de que los mayas habían predicho el fin de la humanidad porque su calendario se terminaba justo en el solsticio de invierno de ese año. Para calmar los ánimos, la NASA tuvo que emitir un comunicado para desmentir el fin del mundo. Ese solsticio llegó Peña Nieto a la presidencia.
Este 2020, ya con algo de callo para sobrevivir varios fines del mundo, comienza la propagación del Coronavirus o Covid-19, un virus originado en la ciudad de Wuhan, China. La Organización Mundial de la Salud (OMS) comunica que ya es pandemia y las bolsas de valores de todo el mundo comienzan a desplomarse por la incertidumbre económica (Baia, baia, señor capitalismo).
Para ese entonces, en nuestro querido México ya hemos hecho memes, piñatas y hasta la cumbia del Coronavirus. ¿Por qué? Porque México, cabrones.
Pero el terror comienza a invadir algunos y los ensenadenses, en su desesperación, hacen compras de pánico y vacían el papel higiénico del Costco.
¿Será que el papel higiénico sirve para construir murallas que impidan la entrada del virus a nuestras casas? ¿O que funcionen para alejar a los infectados por el virus como el ajo hace con los vampiros? ¡Ya! Ya sé. Es por si de repente dice la Organización Mundial de la Salud de que el coronavirus nos puede provocar diarrea. ¿Hay que prevenir, no?
Sí. Hay que acabarnos los recursos antes de tiempo y ver por nosotros mismos. Sólo por nosotros mismos y dejar que los demás se jodan.
¿Acaso no se han dado cuenta, estimados compradores compulsivos, que al agotar los productos de higiene personal, como los jabones, desinfectantes y entre ellos el papel higiénico, dejan sin capacidad para protegerse del virus a los demás. Sí, a aquellos que por no estar protegidas terminarán por contagiarnos?
Podríamos hacer una crítica y un análisis muy extensivo a nuestro sistema de valores. Que de acuerdo a los filósofos, teóricos económicos y sociólogos, el individualismo exacerbado por este sistema económico en su etapa neoliberal, vivimos en una sociedad de consumo donde creemos que al resolver nuestras necesidades individuales por medio de la compra-venta podemos estar a salvo de los riesgos del exterior.
Aunque, ¿adivinen qué? No es así. No es nuestra mentalidad egoísta la que nos ayudará a salvarnos, si no el pensamiento comunitario. Y no hablo de un socialismo ni nada de eso. La historia ya nos ha demostrado que, la máxima concentración de poder, en las decisiones sobre la economía, nos lleva a la tiranía y a la falta de libertad.
La empatía es la respuesta, amigos. La sagrada empatía. ¿Acaso Jesús no dijo, amarán a otros como a mí mismo? Y eso que no soy religioso. Pero desde hace más de dos mil años ya no los estaban advirtiendo. Cuando vemos por ¨los otros¨, también estamos invirtiendo en nosotros mismos y en nuestras próximas generaciones. Pero el pánico nos ciega. Y el consumo se vuelve nuestro único camino para intentar tener un poco de certidumbre, de seguridad.
En el oriente, específicamente en China, allá donde viven nuestros amigos que nos trajeron este nuevo virus, la palabra crisis se traduce como (Wei Ji). El primer carácter Wei significa peligro y el segundo, Ji, significa oportunidad.
Nuestra crisis por el Coronavirus, simulacro del fin del mundo, es una gran oportunidad para replantearnos nuestro sistema moral, nuestro sistema económico y nuestro estilo de vida. ¿El Apocalipsis, analogía de un final y un nuevo principio, nos permitirá plantearnos un futuro con más amor y empatía? Solo nosotros podremos salvarnos…
de nosotros mismos.