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Sentimientos de Don Benito Juárez García

Recordando su natalicio 216

  
Nota publicada el 21 de marzo de 2022
por José Luis Fernández Ruiz

Don Benito Juárez, en enero 26 de 1865, escribió a su amigo Don Matías Romero. En la siguiente transcripción se respetó el texto íntegro, por lo que algunas formas de expresión de la época hoy pueden considerarse como faltas de ortografía.

Sr. Don Matías Romero

Washington.

Mi querido amigo

Por su grata de 14 de noviembre del próximo pasado y por las comunicaciones oficiales, que remite al Ministerio, quedo impuesto de que las cosas han cambiado en esa de modo favorable á nuestra causa, que celebro mucho, pues estaba muy inquieto por las noticias que corrían, de que ese gobierno estaba dispuesto a reconocer el imperio de Maximiliano. Así tendremos á lo menos una cooperación negativa de esa República, pues en cuanto á un auxilio positivo, que pudiera darnos, lo juzgo muy remoto y sumamente difícil, porque no es probable siquiera, que el Sur ceda un ápice, de sus pretensiones y en tal caso, ese gobierno tiene que concluir la cuestión por medio de las armas y eso demanda mucho tiempo y muchos sacrificios.

La ida que tienen algunos según me dice usted, de que ofrezcamos parte del territorio nacional para obtener el auxilio indicado es no solo antinacional, sino perjudicial nuestra causa. La Nación por el órgano legítimo de sus representantes ha manifestad de un modo expreso y terminante que no es su voluntad que se hipoteque o se enajene su territorio, como puede verlo en el decreto en que se me concedieron facultades extraordinarias defender la independencia y si contrariaríamos esta disposición sublevaríamos a país en contra de nosotros daríamos y un arma poderosa al enemigo para que consumara su conquista. Que el enemigo nos venza y nos robe si tales nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar su atentado, entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza. Si la Francia, los Estados Unidos ó cualquier otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio y por nuestra debilidad no podemos arrojarlo de él, dejemos siquiera vivo nuestro derecho para que las generaciones que nos sucedan lo recobren. Malo sería dejarnos desarmar por una fuerza superior; pero sería pésimo desarmar nuestros hijos privándolos de un buen derecho, que más valientes, mas patriotas y sufridos que nosotros lo harían valer y sabrían reivindicarlo algún día.

Es tanto más perjudicial la idea de enajenar el territorio en estas circunstancias, cuanto que los Estados de Sonora y Sinaloa, son los más codiciados, hacen esfuerzos heroicos en la defensa nacional, son los más celosos de la integridad de su territorio y prestan al gobierno un apoyo firme y decidido. Ya sea, pues, por esta consideración, ya sea por la prohibición que la ley impone al gobierno de hipotecar ó enajenar el territorio nacional y ya sea en fin porque esa prohibición está enteramente con la opinión que he tenido y sostenido siempre sobre este negoción, repito á usted lo que ya le he dicho en mis cartas de 22 de diciembre último y posteriores a saber; que no solo debe usted seguir la patriótica conducta que ha observado de no apoyar semejante idea, sino que debe usted contrariarla trabajando para disuadir a sus autores, haciéndoles presentes las funestas consecuencias que nos traería a su realización.

Celebro que haya usted quedado satisfecho de la opinión que observó en el ejército del general Grant respecto de nuestra causa. Esa opinión y la que ha manifestado Mr. Seward son una garantía que podremos tener que el imperio de Maximiliano no será reconocido por ese gobierno. Es lo único positivo que podemos esperar por ahora de esa República.

No me estiendo más porque bajo la impresión profundísimo pesar que destroza mi corazón por la muerte del hijo á quien más amaba apenas he pódido trazar las líneas que anteceden. Digo por la muerte del hijo a quien más amaba porque según los términos de la carta de usted que recibí anoche he comprendido que solo por lo funesto de la noticia no me la ha dado usted que recibí anoche he comprendido que solo por lo funesto de la noticia no me la ha dado usted de un golpe; pero en realidad mi amado hijo ya no existía, ya no existe ¿no es verdad? Con toda mi alma deseo equivocarme y seria ya muy feliz si por el próximo correo que espero con verdadera ansiedad se me dijera que mi hijo estaba aliviado. ¡Remota! esperanza que un funesto presentimiento desvanece dictándome que ya no hay remedio.

A Dios amigo mío. Sabe Usted que lo aprecia su inconsolable y afectísimo.

Benito Juárez

José Luis Fernández Ruiz. Director del Patronato Centro Histórico Turístico Cultural de Ensenada, A. C.
 
 

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