Por lo general, la huella de carbono del ciclo de vida de un producto se mide por las emisiones totales de gases de efecto invernadero que ha generado, desde la extracción de las materias primas para su elaboración hasta el final de su vida útil. Se mide en equivalentes de dióxido de carbono.
La cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero varían de un alimento a otro, desde productos animales como la carne de vacuno en el extremo superior de la escala, a plantas como las lentejas en el extremo inferior. Las unidades utilizadas para medir la huella de carbono son kilogramos de dióxido de carbono equivalente (kg CO2eq), que incluye el impacto de gases como el metano y los convierte en la cantidad equivalente de dióxido de carbono, para facilitar las comparaciones.
De hecho, solo la ganadería agrícola por sí sola contribuye con el 14.5% de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre. La fuente principal de emisiones proveniente del ganado vacuno es la “fermentación entérica”, un proceso en el que se produce metano debido a las bacterias que descomponen los alimentos dentro de su sistema digestivo. El metano se libera a la atmósfera a través de los eructos de la vaca.
La dieta personal de cada uno de nosotros podría ser un buen punto de partida para reducir este fenómeno, como, por ejemplo, consumir más alimentos de origen vegetal, o incluso, simplemente reducir la cantidad de carne y productos lácteos.