¿Quién no ha experimentado alguna vez algún suceso súbito que le hizo perder la cordura algunos segundos? Me refiero a la incontrolable experimentación de las emociones.
Una situación cotidiana podría ser esta: te levantas a deshoras y vas tarde a la escuela o al trabajo (este es un clásico que detona el mal humor) y de repente quedaste atascado en un tráfico que no contemplabas porque están arreglando otra calle, otra vez, y ahí está, la sensación de calor y energía que proviene del sentir enojo. Si no sabes regular tus emociones para nada, terminarás insultando o agrediendo al menos verbalmente al primero que se ponga de modo y casi siempre es un ser querido, ya sea tu pareja, tus hijos o amigos cercanos, también hay gente que tiende a golpear las cosas; si por el contrario, tienes más autocontrol y mejor manejo emocional, tal vez tu forma de expresión no será contra alguien más, sino contra algo de manera menos aparatosa, apretar algo por ejemplo… cada quién tendrá su manera de autorregularse.
El asunto aquí, es llegar a hacer la diferenciación entre emociones y sentimientos, reconocer la emoción y trabajar sobre los sentimientos.
Pues bien, menciona el psicólogo clínico Manuel Escudero que las emociones son un conjunto de respuestas neuroquímicas y hormonales que nos han de predisponer de cierta manera ante estímulos tanto internos (pensamientos, imágenes mentales) como externos (personas, situaciones). Las emociones son instintivas, temporales e involuntarias y sirven para la supervivencia, siendo estas las más mencionadas: enfado/ira, miedo, felicidad, amor, asco y tristeza, hay autores que señalan más, como la vergüenza, la culpa, la calma y la sorpresa. Cada una cumple ciertas funciones, desde la menos deseable hasta la más deseada. El amor por ejemplo, se da para crear un sentido de pertenencia y afiliación, su objetivo es la relación social. El miedo se siente como una sensación de peligro (real o imaginario) que produce ansiedad e inseguridad, su fin es el de protegernos. La ira, puede surgir por varias razones, las más comunes son cuando sufrimos algún abuso físico o verbal, también si vivimos una injusticia, etc., su función es la de superar obstáculos, pero muchas veces, ante un nulo control, se convierte en violencia innecesaria.
La tristeza, por otro lado, ocurre cuando un suceso de vida nos afecta directamente (como un duelo), su objetivo es la introspección y el crecimiento de la persona. Es así como cada emoción cumple con un propósito.
Mencionado lo anterior, ahora se hablará acerca de los sentimientos: estos son la suma de una emoción más el pensamiento, o sea que estos existen en base a las interpretaciones y juicios de valor que cada individuo hace con respecto a sucesos internos y externos. El biólogo Huberto Maturana, señala que una emoción se transforma en sentimiento a medida que uno se hace consciente de esta.
Entonces, cuando esto pasa, nosotros ya tenemos poder de elección. Podemos elegir reaccionar violentamente ante un suceso insignificante o no, es cuestión de entrenarse. Respirar profundamente es una manera simple pero muy útil de calmar la reacción primaria.
Lo más importante, no subestimes la responsabilidad que tienes ante tus propios sentimientos, son tuyos, de nadie más.