Esta es una breve reseña sobre un hombre, un barco y una travesía. El personaje es Juan Rodríguez Cabrillo, español de nacimiento y explorador de las costas de la península de Baja California y del hoy vecino estado de California.
Corría el año de 1542, ya 50 largos años de la llegada de Cristóbal Colon a lo que pensó eran las Indias. Cabrillo también embarcado en una quimera buscando las 7 ciudades de oro, en su lugar encontró nuestras tierras.
Mucho de lo desconocido, en aquellos tiempos recorrió Rodríguez Cabrillo. De nuestra comarca peninsular, llego a Isla de Cedros o Cerros, La ¨Posesión hoy San Quintín, y San Mateo, hoy Ensenada.
Fue el 17 de septiembre de ese 1542 cuando los primeros europeos capitaneados por Cabrillo pisaron las blancas arenas de nuestras vírgenes playas. Dueños de tierras y de voluntades. Nuestro destino estaba marcado.
Se nos asignó un rey, unas leyes, un Dios, y sus mandamientos. Se nos arrebato nuestra identidad y pasamos a ser neófitos en necesidad de salvación.
Conquistados por la espada y la cruz. Irremediablemente.
El barco, nombrado San Salvador no por motivos religiosos. Simplemente había sido fabricado en lo que es hoy nuestra hermana republica El Salvador, en Centro América.
Crónica de la llegada de los barcos europeos quedo en huellas rupestres, halladas a tan solo un par de centenares de metros tierra adentro, ¿los autores? nuestros antecesores, Kumiays.
Fue sin duda, el momento mas crucial en nuestra existencia, el instante en que el pasado encontró un nuevo, diferente e impensado futuro.
De ese primer viaje de exploración quedo la herencia del nuevo idioma, de los nuevos alimentos, de las nuevas enfermedades y de los nuevos pecados capitales, Este legado, aún persiste
En 2012 el Museo Marítimo de San Diego emprendió un titánico proyecto: Construir una replica del San Salvador. Una copia fiel en tamaño, materiales, Careciendo de planos, fotos o relato descriptivo.
Las recias maderas traídas de lejanas tierras poco a poco fueron dando forma del galeón que con tan solo 32 metros de largo surco desafiante el nada pacifico de nuestro Océano Pacifico.
Una obra realizada por cientos de voluntarios a lo largo de 4 años y con un valor combinado de materiales y horas hombre: 12 millones de dólares.
Replicando todos los detalles documentados. Exhaustivas horas de investigación, meticulosa y ardua. Poco a poco fue tomando forma y el pasado empezó a materializarse El San Salvador, renacía.
Daba la impresión al visitante, que se trataba de un pequeño gigante. Una embarcación, minúscula para los estándares actuales, considerando que hoy hace 476 años fue construido, es una proeza sin duda.
El esfuerzo de muchos hombres y mujeres que contribuyeron su tiempo, su voluntad y su experiencia gratuitamente con el fin de podernos educar y generar un deseo de aprender de nuestro pasado.
Fue, para mi, como ver a ser querido nacer de entre miles de pedazos de madera, clavos, cuerdas y velas, a una embarcación, simbólica del final de la prehistoria y la llegada de la mal llamada civilización.
Esta primavera, tuve la maravillosa experiencia, única por su tipo. Fui invitado a navegar en las bellísimas aguas de la bahía de San Diego. No tengo palabras para expresar mi emoción que sentía.
Sentir la briza en mi cara, el suave vaivén. Queriendo imaginar a conquistadores y conquistados. Meros actores de una obra de teatro inconclusa, sin script, sin principio y sin final.
Hay sueños que si se realizan. Hay también sueños que no tenemos idea que ansiamos. Ya cuando se están realizando nos damos cuenta cuanto los imaginamos. Soñar es vivir. Vivir para lograr lo imaginario.
Navegar con la proa al sol. Con el sotavento acariciando nuestros recuerdos, nuestra historia, nuestro pasado y a la vez, aceptando el reto que nos espera el mañana y los demás mañanas de nuestra vida.