Cuando Marina del Pilar Avila Olmeda dijo ante estudiantes del Cobach, que soñó sería gobernadora de Baja California no se lo creí.
Se trata, pensé, de mero discurso para infiltrarse en el auditorio.
Había que enganchar con los jóvenes, supuse, y soltó tal estrategia.
Pero luego, enfundado en una inmediata reflexión, decidí darle el beneficio de la duda.
¿Y qué tal si en realidad si lo soñó? Qué tal si en su caso, siendo aún más joven, tuvo esa visión nocturna de verse investida como gobernadora del estado que la vio nacer, apenas hace unos treinta y tantos años.
¿Y qué tal si sí?
Pero dejemos el mundo de los sueños para aterrizar en la realidad. La realidad de una mujer que en menos de una década saltó del anonimato político a las grandes ligas.
No recuerdo un caso similar. Quizá apenas muy cercano el de Ernesto Ruffo Appel. El entonces directivo de una firma pesquera fue invitado a buscar la alcaldía de Ensenada, cuando la década de los ochenta apenas había rebasado su primera mitad.
Ruffo ganó la presidencia municipal y antes de concluir su mandato era el candidato del PAN a la gubernatura.
La mayoría ya saben el resto de la historia.
Regresando con Marina del Pilar, en las elecciones del 2016 sorprendió con un triunfo como candidata a una diputación federal por Morena. Aún sin terminar ese encargo fue aspirante exitosa del mismo partido a la alcaldía de Mexicali en el 2019.
Luego, aún sin terminar ese segundo encargo, ya era candidata a la gubernatura estatal.
¡Y mírela ahora!
La primera mujer en la historia política de Baja California que atiende y firma como gobernadora.
Todo, en menos de 10 años! ¿Se puede soñar algo así?
La joven mandataria tiene por enfrente una cadena complicada de temas por resolver, de promesas por cumplir y de expectativas por alcanzar.
Ojalá que en su sueño no solo se haya visto como gobernadora, sino también como una eficiente gobernadora.
¡Ojalá!