Atrincherado, vilipendiado y negado que estuvo hasta por sus otrora aliados, Jaime Bonilla Valdez terminó por empoderarse de nuevo.
Su nombramiento como comisionado nacional del PT en Baja California, es un as bajo la manga que sabía podía sacar en cualquier momento. !Y ya lo hizo!
El exgobernador, para molestia de muchos de sus detractores, tendrá mano para negociar las candidaturas que le toquen al Partido del Trabajo en su inminente alianza con Morena.
Y sí, adivinó, Bonilla no pedirá cualquier migaja al momento de la partida del pastel. Un pastel que, lo sabemos todos, se partirá allá distante unos 3 mil kilómetros.
Y como no va por migajas, el ahora senador de la República tiene un listado de peticiones que incluye la alcaldía de TIjuana, la de Ensenada y varias posiciones en los congresos.
Con Jaime Bonilla al mando del PT en BC, los anteriores mandos de este partido no tienen de muchas sopas a escoger: se alinean con él o se refugian en el manto protector de la gobernadora Marina del Pilar Avila Olmeda.
Pero no solo están en esa disyuntiva los petistas, sino también los morenistas que alcanzaron espacios de poder a la sombra del polémico político y empresario de los medios de comunicación. ¿Qué será de ellos?
Quienes ponen la señal de la cruz cada vez que oyen el nombre de Jaime Bonilla, argumentan que el arribo de este a la jefatura del PT es un rompimiento con el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Suposiciones muy distantes de la realidad. Si alguien validó el nombramiento de Bonilla como comisionado del PT, fue el propio presidente.
Su amigo de muchos años requería de una palestra para rearmar sus aspiraciones políticas y se la dieron.
Ahora, guste o no, Jaime Bonilla tiene asiento reservado en la mesa de las negociaciones y, créanlo, no irá por migajas.