Desde el instante en que Marina del Pilar Avila Olmeda, aceptó de último momento ir por la candidatura de Morena para buscar la gubernatura, se convirtió en enemiga política de Jaime Bonilla Valdez.
Antes de ese desencuentro todo era miel y dulzura en su relación.
Bonilla no tenía más que elogios para la entonces alcaldesa de Mexicali. Y Marina firme en su decisión de no ser aspirante a sucederlo. ¡Cuánta felicidad!
Pero todo acabó cuando la ahora mandataria decidió de último momento, meterse en el camino de Armando Ayala Robles, para entonces virtual abanderado de Morena a la gubernatura y protegido político de Bonilla.
Marina sorprendió con un sí, cuando muchas veces dijo que no. Y casi junto con ese “sí”, una encuesta que la convertía en candidata.
Jaime Bonilla tenía otros planes, planes muy sabidos y comentados. Entre otros, dejar el cargo de gobernador en la persona del alcalde de Ensenada, a quien sigue considerando su principal discípulo.
¿Y qué político a punto de concluir un mandato polémico, no busca ceder el poder a un afín que le cuide las espaldas?
Marina del Pilar y el grupo que la convenció para cambiar de opinión, sabían la clase de enemigo que se echarían a cuestas. Y sabiéndolo se la jugaron.
Por eso la confronta que hoy libran Bonilla y Marina del Pilar, sorprende a muy pocos. Sorprende a pocos, cierto, pero preocupa a muchos.
A qué sociedad que aspira a mejores cosas, le conviene tener a sus gobernantes en estéril confrontación de fuerzas?
Bonilla acusa a Marina del Pilar de encabezar un gobierno corrupto, ello lo descalifica llamándolo “tóxico”.
¡Y estamos apenas en mayo!