Los Pelos de la Mula. Gracias

La historia de Ivette.

Nota publicada el 15 de junio de 2012
por Elizabeth Vargas

A veces el mundo y su gente nos da unos minutos para volver a creer.

A veces nos regalan un rato para confiar.

El martes fue uno de esos días, un día raro, en medio del trajinar diario de un periodista.

Publiqué la historia de Ivette Beltrán y de sus hijos atropellados en enero del 2011 cuando iban a la escuela, una noticia terrible a la que se dio el seguimiento oficioso de los reporteros, que rara vez, por la premura del trabajo, regresamos a ver que ocurrió un año después.

Lo que había vivido desde aquel día Ivette era desconocido para todos y ayudarla una prioridad, pero nunca imaginamos en la entrevista, lo que su historia iba a provocar.

Contrario a lo que muchos piensan, los reporteros también quisiéramos dar noticias buenas, que nos hagan sonreir, que nos hagan creer en los demás.

Nos cansan el dolor ajeno, el cinismo, los malos, los mentirosos, los envidiosos, los políticos, los partidos, los candidatos, los funcionarios, las tragedias que se pudieron prevenir, pero forman parte de las muchas cosas con las que tenemos que lidiar y además publicar.

Nos cansa la presión diaria por llegar, por estar, por ganar, por no perder, por escribir y publicar.

Nos frustra no lograrlo o darnos cuenta que nos engañaron y ni con una grabación o un documento, ni aunque nos lo juren sobre la tumba de sus ancestros y los nuestros les creemos ni una palabra, pero es la nota y no podemos probar lo contrario.

Nos duelen la cabeza y los hombros. Nos duelen los labios, que nos tenemos que morder, porque fuimos por una nota o por una historia y no a llorar por lo que estamos viendo.

Pero este martes. Fue diferente.

Cuando vimos lo que estaba ocurriendo, las muestras de solidaridad para una familia que realmente lo ocupaba, la forma en que se organizaban para hacerlo, solo porque era una buena acción y los había conmovido fue increíble.

Me acordé porque amo la ciudad en que nací y de la cual me siento orgullosa.

Me acordé porque siempre que la describo, les puntualizo a todos que es la más bonita y la mejor del mundo.

Mantuve a lo largo del día un nudo en la garganta y una sonrisa.

Gracias. Gracias a todos por recordarnos que vivimos en un lugar, donde la nobleza de corazón, es millones de veces más grande que la infamia.

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