Los pelos de la mula y Garfio

Nota publicada el 30 de abril de 2004
por Elizabeth Vargas

La semana pasada llegué en busca de algunos datos a la casa de una de mis tías, estaba en ese rato al cuidado de su nieto, mi sobrino, al cual ella, para ser escuchada y atendida le llamaba Capitán.

El ejemplar en cuestión estaba en ese momento aporreando la pared.

No mide mas de un metro, tiene las mejillas sonrosadas y es un profundo admirador del Capitán Garfio, tenía en ese rato, tres espadas de plástico, traté de jugar con él pero no me quiso prestar ninguna espada, entonces asumí que un rollo de papel regalo podía servir como espada, pero no lo convencí.

Unos minutos mas adelante, descubrí que parte de su incomodidad no era conmigo sino con el pañal, a fin de cuentas no cumple aún dos años y aun sufre accidentes, que ya resueltos lo hicieron un poco mas amigable, al grado de que casi cuando me iba, me prestó una de sus espadas, por cierto la mas bonita y me tiró un beso.

Me iluminó el día.

Es una personita, que empieza a definir su propio carácter, es como muchos otros bebitos el orgullo de los abuelos.

Es un niño hermoso, como todos, su presencia me hizo recordar lo rápido que los hijos crecen, como los brazos y la fuerza de pronto ya no te sirve para alzarlos en vilo, pero aunque ya tengan tu tamaño, puedes aun de vez en cuando sentarlos sobre las piernas y decirles que los quieres mucho, o hacerles una travesura corriendo el riesgo, de que en esa diablura se use la fuerza y pierdas.

Es increíble como crecen, como de pronto te das cuenta de que el niño que trajiste en el vientre en el caso de las madres, se ponga tus pantuflas y le queden apretadas o en el caso de los padres descubran que alguien mas usó el rastrillo.

Sin embargo por lo regular con los hijos mayores aunque sean o se crean gente grande, siempre tendrán un mohín de disgusto cuando beses a su hermano porque ellos son tus propietarios, no los advenedizos de los sandwichs.

Ni hablar de los benjamines, siempre tienen algo que decir y que acaparar, saben que aunque sean adultos, siempre serán el bebito de su mamá.

Los niños son parte de lo cotidiano de la vida, lo mejor que tenemos, aunque no suelten el control de la tele, no quieran comer verduras, se abstengan de bañarse, hacer la tarea y siempre quieran un poquito de dinero para comprarse algún dulce.

A lo mejor estamos tan acostumbrados a estar con ellos y quererlos que se nos olvida lo importante que son para nosotros, aunque no seamos su papá o mamá, sino, el tío, la abuela, los amigos o el padrino.

Siempre aunque no queramos, si un niñito nos sonríe, devolveremos la sonrisa, porque es vernos un poco niños de pronto, mas transparentes, mas buenos y sobre todo mas felices.

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