Los pelos de la mula... éramos pobres.

Nota publicada el 13 de abril de 2005
por Elizabeth Vargas

Una conversación la semana pasada en una gira de trabajo por el Golfo de California hizo que varios nos remontáramos a la Ensenada de hace 30 y algo de años cuando niños podíamos disfrutar de una realidad muy distinta a la que se ve en la actualidad en esta ciudad.

La primera que provocó en mas de uno recordar con risas el asunto, se refiere a los dolores de panza o de cabeza, las gripas sin trascendencia que mamás y abuelas curaban con jugo kerns de pera y como uno estaba medio resentido por la enfermedad le tocaba de comer una sopa cambells de la Chiken Nodlee.

Ambos datos son reales, como real es también que la mayor parte de la ciudad no estaba pavimentada.

El pavimento era en el Primer Cuadro y por la Ruiz hasta la Ámbar; algunos fraccionamientos como Chapultepec, Playas, Nueva Ensenada, Bahía, California, Moderna, Costa Azul y Buenaventura también tenían pavimento pero el resto era terracería.

El drenaje era impensable y si no vivías en esta zona, necesariamente en tu casa en la orilla del patio había un baño de pozo.

Los Huertos y los gallineros eran parte imprescindible de los patios de las casas donde el terreno ahora se aprecia era inmenso, pero antes era el lugar perfecto para jugar a las escondidas, los encantados y cualquier cosa que requiriera espacio.

Era común que de pronto pasaran por las calles pescadores que en baldes con agua de mar, traían consigo langostas vivas y abulones, de hecho en la cocedora de langosta, las patas del crustáceo eran eliminadas de las colas y se generaban grandes sacos con este producto, con el cual después, a alguien se le ocurrió producir burritos de langosta.

También pasaban vendiendo abulón y no era raro que alguno de la familia llegara con un saco de choros (mejillones) que lentamente se colocaban en unas brasas y se comían con limón y sal.

Otro alimento de fin de semana, la caguama, que en su propio caparazón o, carapacho era

Cocinado también en las brazas y de él se sacaban los jugos que se combinaban con aceitunas, laurel y tomate entre otras muchas cosas.

Teníamos un carnaval apto para toda la familia, donde los carros estaban bien hechos y los vestuarios igual, podías llevar a un niño sin que corriera peligro, las familias se reunían en las esquinas a bailar con la tambora.

Seguramente éramos pobres recordábamos, pero era difícil darse cuenta de ello, porque los fines de semana invariablemente íbamos a comer a algún restaurante de Comida china, entonces el más famoso, El Ensenada en la Ruiz y cuarta que atendían Chilín y Lupita.

Por mas amolado que estuviera una familia siempre había con que ir a cenar a La Nayarit y era muy raro que alguien no tuviera carro, no auto, ni coche, carro.

Solo había dos secundarias públicas, la Migonni y la Diurna, cuatro colegios, México, Guadalupe Victoria, Junípero Serra y Mejía y eso sí, un poco mas de primarias en las principales colonias donde por supuesto no había pavimento.

Los recorridos en "la burra" o en taxi, ya que los micros empezaron mucho después, para muchos Ensenadenses de entonces, un viaje en camión o Taxi era toda una aventura.

Éramos pobres muy seguramente pero nadie se daba cuenta, porque casi todos habíamos viajado alguna vez a Disneylandia, teníamos pasaporte y habíamos ido de compras a Tijuana y a San Diego.

Teníamos algún tío o tía en el otro lado que nos daba un dólar y comprábamos chocolates, que entonces costaban 10 centavos oro y luego mucho después una peseta, siempre había un peny que equivalía a diez centavos m.n. a la mano y los chicles Yucatán costaban dos por cinco y los rabanitos también.

La ropa nos la compraban entonces en Grivians, luego llegó Dorians, pero de tanto en tanto nuestros padres iban a San Diego o Chula Vista y venían cargado de ropa y juguetes.

Incluso si alguien no tenía acceso a esto, había una segunda opción bastante socorrida, "Los Globos" y el "Baratillo" que de alguna forma permitían que todos, hasta el más pobre.

tuvieran zapatos y juguetes

Eso era lo que recordamos, una realidad que ha cambiado con los años y que nos remonta a que a lo mejor, los Ensenadenses de entonces éramos pobres, pero muchos la mayoría, nunca nos dimos cuenta.

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